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Un réquiem por el alma y la obra de Edgar Allan Poe
Entre todas las desgracias que rodearon la vida de Edgar Allan Poe, la mayor fue existir en una época durante la que pretender vivir de su arte significó una lenta y dolorosa agonía que llegó a su misterioso desenlace un 7 de octubre de 1849.
Nacido el 19 de enero de 1809 en Boston, Massachussetts, se vio envuelto por la fatalidad desde la infancia debido a la prematura muerte de sus padres.
Aunque lo más sencillo sería culpar a su situación, al haber sido recogido —sin adopción formal— por una familia de apellido Allan que nunca estuvo de acuerdo con su vocación literaria y al hecho de que su espíritu se llenó de tristeza y soledad durante el tiempo que vivió en Londres estudiando francés y latín, lo cierto es que su conducta disoluta, tendiente a la bebida y el juego, le llevó a arruinar no sólo el poco apoyo económico que recibía a regañadientes de su padrastro o la oportunidad de estudiar en la Universidad de Virginia, sino su propia percepción del mundo, su fe en la humanidad y su confianza en otras personas.
Su carácter se volvió taciturno, depresivo, nervioso e irritable. Asomaban alarmantes destellos de ansiedad de manera ocasional, algún arranque de ira pese a ser físicamente débil, frecuentes pesadillas y una profunda tristeza en sus ojos mientras intentaba abrirse paso en la escena cultural estadounidense como el primero en lograr vivir de la escritura —sin mucho éxito, en realidad— por lo que siempre terminaba pidiendo dinero prestado y exponiéndose a toda clase de humillaciones y carencias que le marcarían y acompañarían por el resto de sus días.
Alma y bolsillo rotos: La desgracia como motor del arte
En 1827, incapaz de subsistir por su cuenta, Poe se alistó en el ejército como soldado raso con un paupérrimo sueldo de cinco dólares al mes. Fue en esa época que comenzó con su producción poética a través de Tamerlane and Other Poems —su primer libro, firmado como “By a Bostonian”—; Al Aaraaf, Tamerlane and Minor Poems y un tercero, titulado simplemente Poems, con más pena que gloria y una ganancia casi nula. Incluso El cuervo —su obra más aclamada y posiblemente el poema estadounidense más famoso de la historia—, aunque significó su entrada a la esfera literaria de Baltimore e incluso lo convirtió en una celebridad, le redituó la ínfima ganancia total de nueve dólares.
Un descenso a la miseria
Pese a que la desesperación y el desvarío —reforzados por su alcoholismo y por cierta afinidad al láudano, un extracto del opio— se apoderaban de su vida con cada vez mayor intensidad, alcanzó a mantenerse colgando del fino hilo que quedaba de su lucidez para crear relatos enormes de los que, tristemente, no logró cosechar en el momento el resultado que hubiera deseado.
Genialidades como El corazón delator, El gato negro, Un descenso al Maelström, La máscara de la Muerte Roja, entre muchos otros, se han mantenido en el gusto de los lectores que, aún hasta estos días en que el sobresalto fácil parece haber minado nuestra capacidad de asombro, seguimos sintiendo una casi morbosa fascinación por sus obras, incluido el ensayo cosmogónico Eureka, último libro publicado por el autor antes de intentar suicidarse en 1948.
El misterio tras la muerte de Poe
El 3 de octubre de 1849, Edgar fue hallado en las calles de Baltimore en condiciones delirantes. Fue trasladado por un viejo amigo al Washington College Hospital, donde exhaló su último aliento el domingo 7 de octubre a las cinco de la mañana. Cuenta la leyenda que sus últimas palabras fueron:
¡Que Dios ayude a mi pobre alma!
Hasta este momento, los informes médicos y el certificado de defunción continúan perdidos, por lo que no se puede tener una certeza sobre la causa de su muerte. La vox populi ha dado distintas versiones —algunas aberrantes, otras un tanto más lógicas— sobre la muerte de Poe. Se dice que falleció a causa del delirium tremens, o de epilepsia, o de cólera, o de un ataque cardiaco, o de sífilis, o de meningitis, o incluso ahogado en su propio vómito.
Lo cierto es que nunca sabremos la verdad y considero que es mejor así; el misterio continúa envolviendo con sus negras y brillantes alas de cuervo al atormentado escritor. No pudo existir un mejor epílogo.
El legado de Poe
Siempre he pensado que la mejor manera de mantener vivo el legado de un grande es disfrutarlo, devorarlo tantas veces como sea necesario hasta hacerlo nuestro y compartirlo con otros para pasar la antorcha. Edgar Allan Poe se encuentra en un lugar donde no puede gozar el fruto de su arduo y maravilloso trabajo, pero estoy seguro de que sonreiría satisfecho de saber que, a tanto tiempo de su partida, continúa fresco, innovador y fascinante como siempre lo fue (aunque no se le apreció en su justa medida).
Es por eso que hoy quiero compartirte algunas de sus obras en descarga directa, gratuita y por completo legal. Es esta última característica la causa de que falten algunas (no voy a subir acá algo robado o “pirata”), así que tienes mi promesa de que en cuanto consiga copias legítimas de los escritos faltantes las encontrarás por aquí sin dilación. Mientras, ponte cómodo, sírvete un trago para brindar por el maestro del relato corto y disfruta la lectura:
¿Me invitas un cafecito?
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