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Zully Aranda: Esperanza, amor y buena vibra a través de la pintura
Imagina que cambias de aires con la intención de reinventar tu vida. Tenías pensado hacerlo trabajando en algo que ya dominas y lo logras durante cierto tiempo hasta que tu entorno laboral se complica. Recurres al arte —en concreto, a la pintura— para desahogar todo ese estrés y tu primera creación es algo tan bueno que, apenas la terminas, encuentras no sólo quién te la compre, sino una nueva puerta hacia el descubrimiento de lo que te apasiona y la oportunidad de dedicarte a ello.
Así comienza la historia de alguien que, además de con las manos, crea con el corazón. Zully Aranda, pintora y artista digital conocida en el mundo del arte como Azul, con quien tuve el gusto de platicar hace algunos días, nos comparte la forma en que un hobby iniciado hace 11 años se convirtió en su modo de vida y su más grande pasión.
En la playa
A través de su entonces novio, un chico canadiense super amable y muy dado a hacer amigos, conoció a Alexander, un pintor noruego de avanzada edad que vivía en Sayulita, un pequeño paraíso localizado en la región de Bahía de Banderas, Nayarit, disfrutando la calidez de los mexicanos y de la playa.
Alexander necesitaba quién le ayudara a limpiar pinceles y curar lienzos; a cambio, enseñó a Zully tanto distintas técnicas de pintura como a encontrar su propio camino, pues aunque desde niña se sentía atraída por los museos, la música de cámara e incluso hizo un poco de teatro, nunca se visualizó siendo artista hasta ese momento.
Un buen día, Alexander le propuso intervenir una pieza para ver qué tan desarrollado estaba su estilo. Pincel en mano, Zully comenzó a imprimir matices azules al cuadro de una barcaza y un pescador. El resultado fue tan bueno que la obra se fue hasta Los Ángeles, California, para ser exhibida durante un tiempo y, aunque nunca volvió a saber nada de ella, significó el inicio de una travesía que la llevaría de buscar en Google oportunidades para mostrar su trabajo hasta uno de los mayores escaparates artísticos de todo México: el Palacio de Bellas Artes.
Tener lo necesario en el momento adecuado
Zully recuerda con especial cariño dos puntos clave que la han llevado hasta donde se encuentra ahora. Uno de ellos es su primera exposición formal en 2013, llamada Fragmentos, gracias a un colectivo que recibió los dos únicos cuadros con que contaba en ese momento para ser expuestos primero en el Centro Cultural Futurama de Lindavista y después en el Centro Cultural del México Contemporáneo, un viejo y hermoso edificio localizado en el primer cuadro de la Ciudad de México, donde vivió su primer corte de listón en un evento con significativa cobertura mediática, coctel nocturno y la sensación de que haber regresado de Puerto Vallarta —donde residía en ese entonces— a la capital del país para dedicarse de lleno a la pintura había sido una decisión acertada.
El segundo momento significativo (y el que la llevaría a la cima) fue un concurso de poesía visual realizado en 2014, para el que pintó esta pieza titulada El café:
Con lo que ella no contaba es que el concurso seleccionaría 100 obras para integrar una colección de libros editada ni más ni menos que por el Instituto Nacional de Bellas Artes…¡Y su pintura fue colocada en el octavo lugar! Los tomos fueron presentados en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara de aquel año y, como parte del protocolo, fue invitada a la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes para la ceremonia de reconocimiento a los autores. En sus propias palabras, “Tener la oportunidad de brindar en el balcón de un recinto cultural tan importante cuando apenas tenía un año participando en exposiciones fue algo mágico y surreal”.
La pintura como desintoxicador emocional
Como todas las personas, Zully tiene un lado luminoso y otro no tanto; el secreto para proyectar lo mejor de sí misma a través de su arte es transmutar ambas facetas a través de la pintura.
Cada artista es un alma distinta, y forjar la suya ha requerido un trabajo interno muy fuerte para no engancharse con lo malo, sino ponerlo en perspectiva y evitar que eso arruine su día. No se trata de positivismo tóxico —que, a la larga, resulta más perjudicial que benéfico—, sino de no permitir que las sensaciones negativas la definan.
“Tus emociones transforman tu vida”, piensa, y entonces discierne, desmenuza las emociones y deja atrás las negativas porque sencillamente no le aportan nada. Puede que un día no esté tan dispuesta a crear y entonces deja de lado todo, se relaja escuchando música o viendo una película y al otro día retoma la pintura. Esa es su manera de aportarle cosas bonitas al mundo. No es que todo el tiempo esté feliz, de buenas o su vida sea un arcoíris de colores; sencillamente, procura asumir que las cosas buenas tienen mucho mayor peso.
“La creatividad existe, pero tiene que encontrarte trabajando”
Esta frase de Pablo Picasso y el simbolismo de Gustav Klimt —cargado de sensualidad y erotismo— tocaron su alma, dotando a su visión de iconos que se encuentran presentes en todas sus obras: la dualidad de lo femenino y lo masculino, el amor, la pasión, la bondad.
Tiene la firme creencia de que todo se mueve por el amor. Ella ama lo que hace y ese es su motor principal, pese a que a veces la han llamado “ingenua” por tener confianza en que somos capaces de volver a dar desinteresadamente, a ser amables, educados, respetuosos.
El eclipse y el león
La obra que engalana la portada de este artículo resume a la perfección los ideales de Zully y la ambivalencia de su humanidad a través del azul y el amarillo (sus dos colores preferidos), además de convertirse en el parteaguas que le hizo pensar por primera vez con firmeza “Sí, me voy a dedicar a esto”.
Del otro lado está su principal fuente de inspiración: sus sueños. Casi siempre pinta lo que el mundo onírico le revela y, en cierta ocasión, una conversación con un león —animal con el que se identifica debido a su fortaleza y a su abundante melena—se convirtió en una introspectiva que terminó plasmada en un lienzo bajo la premisa de “Si no pinto lo que siento, siento que me muero. Siento que no existo”. Al final, lo que busca es que su arte genere una sensación en quien lo observa; no va a transmitirte sus sentimientos fielmente o quizá ni siquiera en una proporción considerable porque cada persona es distinta e interpreta lo que ve a su manera, pero no tengas la menor duda de que va a provocar algo en ti.
Del pincel a la pluma digital
Para Zully, todo se puede pintar. Le encantaría trabajar formatos más grandes de pintura (una de sus obras más grandes en cuanto a tamaño es una postal de la Ciudad de México, de 120 por 80 centímetros), jugar con lienzos diferentes, hacer murales; además, claro, de continuar experimentando con el arte digital, donde desde hace siete meses y gracias a que un día se quedó sin pinturas ni lienzos ha logrado obras tan bonitas como Broken heart, su primera incursión en esta disciplina.
¿Qué le depara el futuro?
Tiene dos grandes proyectos, de los que el primero ya está en proceso: una línea de ropa intervenida con obras de su autoría que se llamará Cobalto. Por ahora encuentras tenis, botas y chamarras, aunque próximamente tendrá sorpresas geniales para quienes somos fans de vestir piezas únicas además de bonitas.
El segundo es Art Project, una plataforma sin fines de lucro enfocada en apoyar a gente con talento artístico que quiera exponer y muchas veces no cuenta con la posibilidad por los altos costos que representa el poder participar en una exposición o no tiene suficiente trayectoria como para ser considerada de buenas a primeras. El arte y la cultura salvan vidas y, si puedes ayudar a la gente a explotar su potencial y acercarlos a algo bueno, ¿por qué no?
En definitiva, Zully Aranda es una artista a quien vale la pena mantener a la vista. Síguela en sus redes sociales:
Te invito también a disfrutar los trazos de Alma López Zuno, ilustradora michoacana que, a través de su bolígrafo y papel, te transportará a otra dimensión.
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