Zapata después de Zapata: Prejuicio y reinterpretación
Zapata después de Zapata: Prejuicio y reinterpretación

Zapata después de Zapata: Prejuicio y reinterpretación

La polémica exposición titulada Emiliano. Zapata después de Zapata, que tuvo lugar a finales de 2019 en el Museo del Palacio de Bellas Artes, resultó ser una imponente colección de obras que dan cuenta de la relevancia del caudillo del sur no sólo por su valor intrínseco como uno de los principales actores dentro de aquel caos llamado Revolución Mexicana, sino también por su evolución como “figura pop” a través de los años.

Zapata

Caricaturas a favor y en contra dependiendo de qué tanto se apegara Zapata a los caprichos de Madero o la relación del zapatismo con la religión —en específico con la Virgen de Guadalupe, tomada por segunda ocasión en la historia de este país como estandarte por un movimiento insurrecto— sentaron de manera paulatina las bases de la leyenda que habría de forjarse tras su muerte durante una emboscada en la Hacienda de Chinameca el 10 de abril de 1919.

Pese a ser considerado un “héroe establecido y consolidado” con cierto renombre, tuvieron que transcurrir 12 años desde esa fecha para que Zapata pasara de ser una celebridad en el estado de Morelos a un culto a nivel nacional cuyo máximo símbolo fue la inclusión de su nombre grabado con letras de oro en el interior del Congreso de la Unión, en una sucia jugarreta del gobierno creado por quienes sobrevivieron a la Revolución para hacerse con los votos y las voluntades del gremio agrario.

Desfile zapatista, de José Clemente Orozco

Fue a partir de ese punto que, más allá del acartonado homenaje gubernamental, la relevancia del Atila del Sur se extendió en el imaginario colectivo gracias a los artistas que tuvieron —y han tenido— a bien reinterpretar tanto su figura como su personalidad e incluso sus preferencias sexuales, a pesar de que facciones como el Frente Auténtico del Campo —encabezado por la descendencia del General Zapata, que de revolucionarios ya sólo conservan el bigote— se hayan indignado al grado de, primero, intentar sacar del recinto la polémica pintura de Fabián Cháirez para quemarla, y después tratar de montar un plantón a manera de protesta porque ésta fue conservada como parte de la exposición.

Otras lecturas al General Zapata

Paisaje zapatista, de Diego Rivera

Un fusil y un sombrero asoman entre la maraña del periodo cubista de Diego Rivera y muestran la primera interpretación artística del General Zapata, conocida como Paisaje Zapatista. Gracias a la “indianización” del caudillo a través de su representación ataviado con un traje de manta, su popularidad creció como la espuma y contagió a muchos otros artistas de la época. José Clemente Orozco, Miguel Covarrubias y David Alfaro Siqueiros son, junto a Rivera, los más famosos interventores en la efigie de Emiliano Zapata, pero no serían los únicos.

Las representaciones populares irían desde el movimiento chicano que lo nombró una especie de “santo patrono” y lo llevó a las paredes de lugares tan distantes como San Antonio, Denver o Chicago, hasta Rubén Ortiz Torres, autor de Asesinato de Zapata con tiros verdaderos, una ingeniosa parodia de los estereotipos racistas producidos en Estados Unidos a través de personajes populares como Speedy González. Posiblemente se trate de la primera transgresión a la imagen “oficial” del General en una especie de contrarrevolución ante el uso desmedido y manipulador de la misma por parte de los gobiernos priistas del siglo XX, pero —como ya sabemos— no sería la última ni la que más ámpulas levantara entre las buenas y almidonadas conciencias.

Asesinato de Zapata con tiros verdaderos, de Rubén Ortiz Torres

Trabajos como el de Julio Galán (Mar Gara, 2001), Daniel Salazar (El mandilón, 1995) o Miguel Cano (A usted bellísimo supremo, 2013) precederían a la que, durante las últimas semanas, causó el revuelo que mencioné con anterioridad. A través de la efigie de Emiliano Zapata feminizado con la piel morena, las maneras delicadas, el rostro sereno, la espalda arqueada y las nalgas paradas, los tacones de revólver y el enorme falo de su montura, Fabián Cháirez pescó de los bigotes y sacudió a la facción más puritana de una sociedad machista, conservadora, necesitada de iconos que le recuerden el valor de sus dogmas e incapaz de concebir siquiera la posibilidad de que Emiliano Zapata fuera gay (o bisexual, como aseguran ciertas teorías).

La Revolución, de Fabián Cháirez

La Revolución, obra que data de 2014 e incluso ya había sido expuesta en ocasiones anteriores sin mayor revuelo, pagó el precio de su atrevimiento: fue mantenida en un rincón, como una niña traviesa que ha sido castigada. Sin embargo, aún parapetada tras un discreto muro y en un reducido espacio vigilado por personal del museo para evitar que recibiera daño alguno, demostró que poco importa lo que cada quién se meta en la boca o en cualquier otro orificio del cuerpo cuando eso no afecta para nada la grandeza ni el legado del caudillo.

Zapata, de David Alfaro Siqueiros

¿Prefieres una visión más tradicional del General Zapata? Visita este otro artículo, donde te comparto algunos trabajos hechos por caricaturistas de distintas épocas.


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Un comentario

  1. Pingback: Respeto y justicia para el General Emiliano Zapata - Daniel Méndez

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