Respeto y justicia para el General Emiliano Zapata

El General Emiliano Zapata es uno de los pilares principales del movimiento revolucionario dada su destacable dedicación a liberar al pueblo del yugo de las haciendas, las tiendas de raya y esclavitud a que estaba sometido debido al régimen de Porfirio Díaz en aquellos años de inicios del siglo XX.

Sin embargo, y con base en la construcción de la historia “oficial” a manos de los vencedores (o sobrevivientes, mejor dicho), tanto el sistema educativo como los medios se han encargado de colocar a los protagonistas de la Revolución Mexicana en una especie de dicotomía entre buenos y malos, donde cada uno de ellos es, de manera terminante y casi irrevocable, de una forma u otra. Nada más erróneo.

En el caso del General Zapata se subrayan tanto sus virtudes que se dejan a un lado situaciones que, casi por naturaleza, se oponen al ideal del héroe campesino fabricado por quienes se quedaron con el poder al final.

Para empezar, Emiliano Zapata no provenía de una cuna pobre, idea que se vendió primero al sector agrario y después a la población en general; su familia contaba con propiedades y recursos. Para continuar, el lado sanguinario del Ejército Libertador del Sur —que se dedicó a arrasar con sus oponentes con singular alegría— es algo que no se menciona con la amplitud que debería en la narrativa oficial, como si se pretendiera tapar el sol con un dedo al negar que los héroes mataron a otros porque debían; al contrario, se han edulcorado sus acciones y romantizado incluso frases icónicas del Caudillo del Sur como “Tierra y libertad” con el afán de darle un cariz de paladín por decreto, de esos que con su sola presencia y nombre logran cambiar las situaciones sin necesidad de derramar siquiera una gota de sangre, cosa que jamás ha sucedido en la historia y menos en un país como México.

Justicia, igualdad social y libertad (sexual)

Más allá de haberse levantado en armas y comandado a todo un ejército, el mayor mérito del General Zapata fue su empatía para con el pueblo oprimido y explotado, pese a no ser una víctima directa del régimen porfirista.

Sin embargo, parte del daño ocasionado por los caudillos sobrevivientes a la tolvanera de la Revolución fue mantener en un segundo plano a los verdaderos héroes, aquellos que sí entregaron sus vidas a la causa, como él. Ensuciaron su memoria a base de calumnias, omisiones y prejuicios, siendo estos últimos más evidentes en el caso de Zapata, donde su bisexualidad se presentó velada por el tabú ante el pueblo, mayoritariamente tradicionalista, ignorante y propenso a lo que llamo “El síndrome de Superman”, en el que se idealiza hasta el límite al héroe en cuestión, se le atribuyen todas las propiedades que el statu quo vigente considere como virtudes y se convierte en vicio o defecto cualquier aspecto distinto a esa concepción.

El estereotipo del macho-muy-macho mexicano, bigotón, con expresión corporal que denota fuerza, forma parte del imaginario colectivo de un vulgo tan cerrado como contradictorio y doblemoralino que se quedó como si nada cuando Alejandro Fernández —quien, por cierto, también es bisexual— interpretó al Atila del Sur en una película pésima, pero se ofendió por una pintura de Fabián Cháirez donde el General Zapata, empoderado, perrísimo y entaconado, cabalga un corcel con las nalgas paraditas y completamente desnudo. De aceptar que el héroe, el libertador que luchó por el pueblo, probablemente haya sido bisexual, mejor ni hablamos.

Por fortuna y a pesar de lo que todas esas “buenas conciencias” seguidoras de la vela perpetua quisieran, tanto la pintura de Cháirez como la propia grandeza de Emiliano Zapata gritan a los cuatro vientos que poco importa lo que haya hecho con sus nalgas, porque eso de ninguna manera demerita su legado.

¿Te gustaría ahondar en el por qué de esta peculiar representación del General Zapata (y muchas otras por el estilo)? Date una vuelta por este artículo, donde trato el tema a detalle.