Una de tantas muestras de amor que la ciudad de Zacatecas profesa a su historia y sus personajes ilustres es la Alameda José Trinidad García de la Cadena.
El nombre de este bello espacio que conserva el carácter provinciano de la ciudad con rostro de cantera y corazón de plata hace referencia a un político y militar que participó en la Revolución de Ayutla contra la dictadura de Antonio López de Santa Anna, en la Guerra de Reforma que buscaba un estado laico, y en la segunda intervención francesa, luego de que Benito Juárez decretara que México ya no cubriría su deuda con franceses, ingleses y españoles, con el ya conocido resultado de que a los galos no les pareció bien la idea y bueno…digamos que gracias a eso ahora tenemos algo que celebrar cada 5 de mayo. Luego peleó contra el hijo pródigo de Oaxaca al lado de su compadre Porfirio Díaz, pero en cuanto éste le propuso compartir el poder cuando llegara a la presidencia, se negó, lo que derivó en que Díaz lo mandara fusilar y, aunque consiguió escapar a la arbitraria sentencia, fue asesinado años después.
Sin embargo, la Alameda José Trinidad García de la Cadena ofrece a los visitantes la posibilidad de conocer a otros interesantes inquilinos mientras caminamos entre sus sauces, álamos, fresnos y moreras. Por ejemplo, está el ilustrador Julio Ruelas, cuya obra podemos apreciar en la galería virtual del Museo Blaisten.
En otra banca, como si nos esperara, el pintor Pedro Coronel, ganador del Premio Nacional de Ciencias y Artes en el área de Bellas Artes en 1984 y cuyos restos descansan en el patio del museo que lleva su nombre, continúa engalanando el recorrido.
A tan sólo unos pasos, el músico Manuel M. Ponce, padre del nacionalismo musical mexicano y autor de obras de la talla de Las mañanitas o Cielito lindo, les hace compañía y nos invita a tomar asiento junto a él, mientras prepara su próxima composición.
Pese a semejante colección de ilustres personajes, la estrella de este bello corredor es Francisco García Salinas, también conocido como “Tata Pachito”. Fundador de la Universidad Autónoma de Zacatecas y político liberal, considerado por sus contemporáneos como “Gobernador modelo”, hizo un montón de cosas increíbles por su gente: adquirió terrenos para entregarlos a los campesinos, instaló telares, se preocupó por la ganadería del estado, mandó construir el primer Teatro de la Ciudad, fundó tres compañías mineras, estableció una Escuela Normal para profesores, creó la primera Biblioteca Pública del Estado y fue un auténtico dolor de cabeza para Antonio López de Santa Anna, quien se sintió tan incómodo con su ímpetu que se empecinó en derrumbar la economía zacatecana, al grado de llegar a quitarle el territorio de Aguascalientes.
Si un día vas por aquellos rumbos y se te antoja dar un pequeño paseo por la Alameda José Trinidad García de la Cadena, quedarte un rato admirando su bonito kiosko o disfrutar un refrescante tepache, tómate unos instantes para pensar en que alguna vez, en este país, existió un gobernante que se salió del molde e hizo lo que todos deberían —aquello para lo que se les paga—: velar por el bienestar del pueblo.
¿Me donas un cafecito?
