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NFL – Peyton Manning y la gloria en Canton, Ohio
With the first pick in the NFL Draft, the Indianapolis Colts select: QB, University of Tennessee, Peyton Manning.
Paul Tagliabue
Previo a la mítica frase pronunciada por el entonces Comisionado de la NFL durante el Draft de 1998, Peyton Manning dijo a Bill Polian —General Manager de los Colts— en un destello de arrogancia o tal vez una premonición:
Si me seleccionan, les prometo un campeonato; si no me seleccionan, prometo regresar y patearles el trasero.
Así fue la llegada de Peyton Manning a la NFL procedente de los Tennessee Volunteers, con quienes acababa de perder por marcador de 42 a 17 el Orange Bowl frente a Nebraska. El resultado es engañoso, pues esa derrota no opacó para nada la poderosa tormenta que desató durante cuatro años sobre toda la South Eastern Conference y que terminaría por dirigirse con la misma fuerza hacia la NFL para revolucionar la posición de QB como pocas veces se ha visto.
Peyton Manning se llevó absolutamente todo en su año Senior con los Vols: el premio Consensus All-America, el Davey O’Brien Award, el Maxwell Award, el SEC Player of the Year, el Johnny Unitas Golden Arm Award y todos los honores que se pueden ver en su ficha técnica dentro del website de la UT.
Algún mérito debió tener todo eso como para que lo indujeran al College Football Hall of Fame en 2017, donde —en una situación inédita— ya lo esperaba papá Archie, o para que en 2019 retiraran su mítico dorsal 16 de entre los elegibles para el roster de los Volunteers; o para que, ese mismo año, el Tennessee Sports Hall of Fame le abriera también las puertas a la inmortalidad.
En definitiva, algo grande estaba por suceder en la liga deportiva más poderosa del mundo.
De Voluntario a Leyenda de la NFL
Nacido en el seno de una familia que come, vive y sueña football como la de los Manning, la opción de fracasar nunca existió y menos cuando se juega en la posición que más reflectores recibe. Como si estuviera marcada en su destino, la presión de ser el próximo jugador franquicia, el próximo MVP, el próximo integrante de la élite, el próximo Hall of Famer, el próximo G.O.A.T., llegó impresa justo debajo de su apellido en el jersey de novato.
Muchos tuvimos la fortuna de enamorarnos de este deporte en la misma época que él llegó, de verlo jugar durante 18 años, de emocionarnos con sus victorias y con la forma despiadada en que destrozaba récords uno tras otro. La frialdad de los números muestra, entre muchas otras estadísticas, que en 266 juegos completó 6,125 de 9,380 para un porcentaje del 65.3%, generó 539 touchdowns y tuvo un QB Rating de 96.5, además de haber ganado un anillo de Super Bowl con los Colts y otro con los Broncos. Sin embargo, su grandeza va mucho más allá de haber dejado la vara demasiado alta tanto para sus contemporáneos como para las generaciones siguientes.
Lo intangible
La magia de Peyton Manning no se limita únicamente a lo que podemos leer en una tabla con números. Lo que lo convierte en alguien tan querido y a quien se le extraña tanto desde su retiro de los emparrillados son cosas como haber vuelto a colocar en el mapa a los de la herradura (con estadio nuevo, jersey retirado, adición al Círculo de Honor de los Indianapolis Colts y hasta estatua incluidos) o la forma en que se levantó una y otra vez de una derrota, y otra, y otra, para seguir peleando sin rendirse ante la adversidad.
Todos lo vimos regresar, empujar de nuevo, intentar otra vez, aunque el cuerpo ya no le daba para más. Entrenar a la mente para sobreponerse al dolor y superar una severa lesión en las cervicales que hubiera acabado con la carrera de cualquier otro, pero no con la de él. Jugar ya sin sensibilidad en los dedos de la mano de lanzar y, después de todo ese trance, lucir la huella más profunda que le dejó la batalla:
Caer y levantarse. Ahí está la clave de todo. Peyton Manning se las ingenió para sobrevivir durante 18 años dentro de una liga terriblemente competitiva aun cuando tuvo que regresar a Indianapolis vistiendo otro uniforme para ser recibido con todo el cariño de los fans a quienes les entregó sus mejores años. ¿Cuántos QBs pueden presumir haber vuelto a su antigua casa y ser vitoreados en lugar de abucheados?
Un inmortal de la NFL
La conversión de dos puntos que lanzó casi al final de aquel domingo 7 de febrero de 2016 pese a ya no tener la potencia necesaria en el brazo se convirtió en un proyectil que, si bien no fue mortífero como en los mejores años de The Sheriff, sí resultó lo suficientemente emotivo para que uno se diera cuenta de cómo eran las cosas y pensara: «Parece que ese fue el último».
Minutos después, lo vimos levantar el ansiado segundo trofeo Vince Lombardi de su carrera tras ganar el Super Bowl 50, más que a los Panthers, al tiempo. Ese fue su último rodeo y aquel día escuchamos su último «Omaha!».
Peyton Manning merece todos los homenajes que ha recibido desde ese momento no solo por parte de sus compañeros de equipo o de sus fans, sino hasta de quienes se enfrentaron a él dentro del campo y, lo más importante, del Hall of Fame que acaba de abrirle las puertas de su inmortal recinto de Canton, Ohio.
Es un dignísimo epílogo para la carrera de uno de los más impresionantes deportistas que he visto en toda mi vida.
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Thanks for finally writing about
You’re welcome! In my opinion, he’s the GOAT and deserves the honor, totally.
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