Toma de Zacatecas: Sangre, muerte y victoria
Toma de Zacatecas: Sangre, muerte y victoria

Toma de Zacatecas: Sangre, muerte y victoria

El 23 de junio de 1914 tuvo lugar la batalla más importante de toda la Revolución Mexicana: la Toma de Zacatecas. ¿Por qué fue tan relevante?

Antecedentes

Se necesitaba tomar Zacatecas —uno de los últimos bastiones del federalismo— para sellar la transición a una nueva era derrotando al usurpador Victoriano Huerta, pero la División del Centro manejada por el General Pánfilo Natera —a las órdenes de Venustiano Carranza— no tenía la potencia necesaria para eso.

Muy a su pesar, Carranza tuvo que pedirle ayuda al General Villa, quien había tomado Torreón en otra de las batallas más épicas de toda la gesta revolucionaria entre el 23 de marzo y el 3 de abril de ese mismo año. Sin embargo, para ese entonces el barbón de Coahuila ya había tenido sus buenos roces con el general duranguense gracias a su afán de quitarle poder sobre la temible División del Norte y a las intrigas que corrían entre ambos bandos calentando las cabezas de los jefes.


Carranza no quería que Pancho fuera el primero en llegar a la Ciudad de México porque eso significaba posicionarlo como el caudillo más importante de la Revolución, así que dio la orden de que ni Villa ni su ejército se movieran de Torreón salvo para reforzar la operación del General Natera sobre Zacatecas. En todo caso, sólo avanzaría una parte de la División del Norte, de ser estrictamente necesario. Villa le respondió que iba toda la División o no iba nadie y a últimas, si no le gustaba podía destituirlo del mando.

Estira y afloja

Carranza empezaba a vérselas negras. Natera intentó hacerse con el control de la ciudad el 12 de junio sin éxito y tuvo que pedir de nuevo el apoyo del Centauro del Norte, quien le dio la misma respuesta de la vez anterior. Como insistía en que las cosas se hicieran a su modo, Pancho se hartó y le ofreció su renuncia.

Venustiano la aceptó, sólo que no pensó que el resto de los generales de la División del Norte estarían en desacuerdo y a través de varios telegramas le dirían que funcionaban únicamente con Villa al frente, que no elegirían un nuevo líder y que si insistía, desmantelarían a la fuerza revolucionaria más grande del país. A la postre se salieron con la suya, dejando a Carranza haciendo berrinche y atusándose el bigote.

La toma de Zacatecas

Bastaron sólo ocho horas y media para que los cerca de 13,000 valientes que conformaban la División del Norte se unieran a los 7,000 hombres que le quedaban al General Natera, hicieran gala de su bravura e ingenio táctico y derrotaran a los federales comandados por el General Luis Medina Barrón, que aunque se veían superados por dos a uno, contaban con 12 piezas de artillería, una batería colocada en el Cerro del Grillo, otra en el Cerro de La Bufa (ambos conectados actualmente por el Teleférico) y el dominio estratégico y geográfico de la ciudad. En teoría, con eso debía bastar.

Sin embargo, el escalofrío en la espalda debió ser general cuando, desde el Cerro del Grillo, los federales vieron acercarse los imponentes trenes villistas, bestias de acero repletas de caballos y hombres dispuestos a matar y morir en nombre de la libertad.


Pancho Villa estaba retrasado para la batalla porque una delegación de la División del Noreste había ido a Torreón para mediar con él (sin permiso de Carranza) y se entretuvo mandándolos cortésmente al carajo diciendo que estaba por salir a Zacatecas para combatir, pero en cuanto la ciudad estuviera tomada los atendía.

A pesar de su ausencia, sus generales estructuraron magistralmente una ofensiva con la que el 20 de junio, bajo las órdenes de Felipe Ángeles, las tropas de Pánfilo Natera, los hermanos Arrieta y Maclovio Herrera cercaron la ciudad. Para el día siguiente, la División del Norte batió los fuertes de los federales, además de no dejarlos descansar con constantes tiroteos y ataques nocturnos que, sin embargo, eran apenas una probadita de lo que venía.

Cuando Villa llegó a caballo a la zona de combate acompañado de sus Dorados, la sangre ya estaba corriendo a raudales. La inteligencia militar de Felipe Ángeles, la valentía de Trinidad Rodríguez, Toribio Ortega, Tomás Urbina, Manuel Chao, Maclovio Herrera, Raúl Madero, Eugenio Aguirre Benavides, Manuel “El chino” Banda, Manuel Madinabeytia, Nicolás Fernández, Rosalío Hernández y Martiniano Servín; la voluntad endemoniada de Rodolfo Fierro (de quien se cuenta que, herido en una pierna y sin caballo, no quiso dejar el frente y consiguió una motocicleta para seguir combatiendo), la bravura de cada villista —conocido o anónimo, invasor o zacatecano, que la gente de allá ha sido valiente y gallarda en distintas etapas de nuestra historia— inclinaron la balanza hacia el lado de los revolucionarios. Los zumbidos de las balas, los cañonazos y las arengas de los jinetes que cargaban ferozmente a caballo entonaban un himno de victoria, sangre, fuego y libertad como si de una macabra orquesta se tratara.


Curiosamente, uno de los puntos decisivos para la toma de Zacatecas llegó de manera fortuita. Las huestes del General Natera intentaron abrir a balazos la puerta de un edificio que resultó ser ni más ni menos que un polvorín situado a un lado del Palacio de Gobierno. Resultado: nueve miembros de una familia vecina, 37 villistas y 89 federales muertos. La sacudida tuvo tal magnitud que reventó los cristales de los edificios en varias cuadras a la redonda y sembró el pánico entre los federales, quienes se desnudaban en plena carrera, botaban los uniformes para no ser identificados y robaban ropa a los civiles para poder escapar. Sin embargo, desde las azoteas, la División del Norte los cazaba como conejos y los cadáveres se apilaban unos con otros en las calles. El escritor Eduardo Lizalde diría en una de sus novelas, muchos años más tarde:

No puede haber más muertos que en Zacatecas.

El saldo de la batalla

Las tropas federales sufrieron 4,837 bajas, más de cinco mil prisioneros (dos mil de ellos heridos); además, perdieron 12 cañones, cualquier cantidad de ametralladoras, 12,000 máusers, nueve trenes y 12 carros con parque y obuses. Podría decirse que fue una ganga para los revolucionarios, quienes tuvieron “únicamente” 500 muertos y 800 heridos durante la toma de Zacatecas.

Una vez logrado el objetivo, el General Villa siguió su protocolo: ordenó que no hubiera saqueo bajo pena de muerte, devolvió a sus dueños lo que cualquiera —revolucionario o federal— hubiera robado y mandó destruir todo el alcohol de la ciudad, además de limpiarla en más de un sentido: hizo que los prisioneros recogieran los cadáveres de las calles, ejecutó a oficiales enemigos, persiguió a los federales sobrevivientes, expulsó a Estados Unidos a los curas que se negaron a dejar de dar misa a cambio de organizar actos cívicos y promover las Leyes de Reforma y, cuando todo estuvo listo, entregó la plaza a Pánfilo Natera, no sin antes dar parte a Carranza de que la toma de Zacatecas había sido un éxito. Felipe Ángeles fue el encargado de escribir el telegrama y, aprovechando el viaje, se burló de Victoriano Huerta al enviarle otro con la frase “¡Viva la República!”, la misma que éste había utilizado mientras preparaba su infame traición a Francisco I. Madero.

Al final, la División del Norte no avanzó hacia la capital en aquella ocasión, lo que hubiera cambiado definitivamente los rumbos del país. Lo único que se llevó fue la gloria y una nueva adquisición para su repertorio de cánticos de guerra: la Marcha de Zacatecas se convirtió en vocera de las gestas realizadas por los feroces norteños.

Memorial de gloria

La Toma de Zacatecas recibe un gallardo tributo en la cima del Cerro de La Bufa: la Explanada de la Revolución se encarga de recordar a todos los mexicanos que, hace más de un siglo, existieron hombres y mujeres que tuvieron la voluntad para cambiar el destino de una nación entera y fueron capaces de entregar sus vidas sin ningún reparo por quienes se encontraban oprimidos. Lo mínimo que podemos hacer, por decencia y gratitud, es visitarla y empaparnos de la historia y el espíritu de libertad que, desde uno de los puntos más altos de la ciudad, nos hace recordar que no todo está perdido.


¿Conocías la historia de esta batalla y su importancia para nuestro país? Platícame qué opinas en los comentarios de este artículo o en mis redes sociales:

También puedes visitar este otro artículo, donde encontrarás 10 historias para conocer más al General Francisco Villa.


¿Me invitas un cafecito?

5 comentarios

  1. Pingback: Antonio Aguilar, el Charro historiador de México - Daniel Méndez

  2. Pingback: Santos Bañuelos, el leal guerrero del oeste de Zacatecas - Daniel Méndez

  3. Pingback: Marcha de Zacatecas, el gallardo himno de Codina - Daniel Méndez

  4. Pingback: Zacatecas y su Fuente de los... - Daniel Méndez

  5. Pingback: Diez historias para recordar al General Pancho Villa - Daniel Méndez

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

0
Tu carrito
  • No products in the cart.