¿La fundación de Tenochtitlán realmente se celebra hoy?
¿La fundación de Tenochtitlán realmente se celebra hoy?

¿La fundación de Tenochtitlán realmente se celebra hoy?

Bajo el comando y la protección de Huitzilopochtli, dios de la guerra y alegoría de la fuerza de voluntad, los entonces aztecas partieron de la mítica Aztlán hacia el lugar donde estaban destinados a construir una de las ciudades más resplandecientes en la historia del continente americano. Hoy conemmoramos la fundación de Tenochtitlán.

A 699 años del encuentro entre una tribu perteneciente a la rama chichimeca que se las ingenió para extender sus dominios desde el Valle de Anáhuac hasta Guatemala con la señal establecida por su dios (un águila parada sobre un nopal y devorando una serpiente, indica la leyenda), quedan pocos pero significativos recuerdos de la grandeza del imperio mexica en la que fuera su capital.

Amén de los vestigios arquitectónicos como las ruinas del Templo Mayor, el adoratorio de Ehécatl —dentro de la estación Pino Suárez del Metro— y las miles de piezas de arte mexica que se exhiben en otros tantos museos de México y el extranjero, uno de los menos laureados es el monumento que conmemora y establece la fundación de Tenochtitlán el 20 de junio de 1325.

¿Es correcta esta fecha?

La obra del escultor Carlos Marquina, conformada por tres hombres y una mujer acompañada de su hijo observando la señal indicada por Huitzilopochtli, fue inaugurada el 13 de septiembre de 1970 por Gustavo Díaz Ordaz en la esquina formada por Circuito Plaza de la Constitución y Pino Suárez, justo en el kokoro del imperio.

Su belleza y emotividad son innegables; sin embargo, funciona más como un enaltecedor del orgullo y la identidad que como evidencia de un dato exacto.

En palabras del investigador emérito del Instituto Nacional de Antropología e Historia, Antonio García de León, no existe la certeza de que la fundación de Tenochtitlán haya ocurrido realmente en el día señalado, pues el dato más confiable es el registrado durante el siglo XVI —cuando los españoles ya se habían asentado en México— en un documento pictográfico para el que se utilizó el calendario prehispánico que establece la fecha “2 Casa” o 13 de marzo de 1325, lo que no garantiza la veracidad pero aumenta de manera considerable las posibilidades de que así haya sucedido.

Si a eso le agregamos que casi todos los autores que han tocado el tema se basan en Historia verdadera de la conquista de la Nueva España —obra escrita por Bernal Díaz del Castillo con un desfase de medio siglo respecto a la caída de Tenochtitlán—, se puede confiar en que estamos bastante cerca de la realidad histórica.

Entonces…¿Sí hay algo para conmemorar hoy?

Al final, considero que la fecha es lo de menos. El orgullo por nuestras raíces e identidad, por nuestra herencia cultural y el singular mestizaje que da origen a tantas y tan ricas tradiciones, es un buen motivo para no perder de vista de dónde venimos aun cuando esta época nos dé la facilidad de convertirnos en ciudadanos del mundo y dejar de lado nacionalismos que pueden llegar a convertirse en algo dañino si se salen de control.

A manera de homenaje a nuestros antepasados,  quiero regalarte un texto que rescaté de un folleto adquirido hace muchos años, mientras paseaba por el Centro Histórico. Lo compré con uno de los danzantes que suelen representar los antiguos rituales mexicas a un costado de la Plaza de la Constitución y, aunque se había traspapelado, logré recuperarlo en su versión náhuatl original y su respectiva traducción al castellano. Espero que lo disfrutes:

Chimalchkamalakotl momalakachoa in
teuhtli in popoka in ma pipitza
ihkahuaka in Tenochtitlan in Mexikoh
ye nikan zan chimalkalli imanka
tlalchinolkaliko Kuauhpetlatl onok in

Ozelotl imanka in onkan kimamali
yaoyotl kipitza in tlachinol a
ixochiuh aya chimalpopokatzin tel
ah nelli on tel ah nelli aik
zehuiz aik polihuiz

Cual menúfares al viento
los escudos giran, humeantes sube el polvo,
el silbido de las manos repercute:

Aquí es México Tenochtitlan,
es la casa de los escudos,
el sitio de los dardos,
la orden de los Señores Águila se extiende,
es la mansión de los ocelotes.

Allí llevan sobre sus hombros la carga
de la guerra, silban su hoguera
del Escudo Flameante.

Jamás ciertamente, oh, jamás por cierto
habrán de cesar…

¡Habrán de faltar!


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