Yo fui un niño (y soy un adulto) “My Little Pony”
Yo fui un niño (y soy un adulto) “My Little Pony”

Yo fui un niño (y soy un adulto) “My Little Pony”

Cuando tenía cinco o seis años mis papás me regalaron un par de muñecos de My Little Pony (aunque en los 80’s éramos menos pretenciosos y le decíamos “Mi Pequeño Pony”), seguramente porque, como siempre me han gustado mucho los caballos, me puse de necio con que me los compraran. A pesar de que probablemente argumentaron que eran juguetes para niñas, hicieron a un lado el prejuicio y me concedieron el capricho.

My Little Pony

No recuerdo con exactitud cuándo los dejé arrumbados por ahí, aunque seguramente fue al llegar la adolescencia. Sin embargo, con el nacimiento de mi sobrina me acordé de ellos y, al rescatarlos de donde estaban, me llevé la grata sorpresa de que seguían en buen estado. Recordé cuánto disfrutaba jugar con ellos, trenzarles la crin y la cola, “juntarlos” con otros caballos que tenía en mi cajón de juguetes e imaginar aventuras, aunque los ponies tenían ventaja sobre los demás por ser un unicornio y un pegaso (lo que encajaba perfecto con otra cosa que siempre he disfrutado mucho desde niño: la mitología). No pude evitar sonreír al limpiarlos, acomodar sus crines y colas, recordar todas las horas de diversión que me regalaron y pensar en que su destino sería hacer lo mismo con la niña.


A la fecha, la colección de figuras My Little Pony de mi niña ha crecido, igual que su gusto por ellas y el hecho de que compartimos algo bonito, ya que me hizo fan de la serie y las películas. No hay ocasión en que ella venga a casa que no veamos dos, tres, cuatro capítulos de corrido; es lindo que me platique qué harán las protagonistas, me explique la personalidad de cada una e incluso darme cuenta de que gracias a ella, tengo a mis favoritas: Rainbow Dash y Applejack son la onda.

Applejack y Rainbow Dash

Han pasado muchos años desde que jugaba con esos viejos ponies y puedo decir que no me siento distinto a otros adultos de mi edad, que aún disfrutan cosas con las que fueron tan felices. Al final, no importa con qué juegas ni qué caricaturas ves durante tu infancia porque son solo gustos de niños que no distinguen entre roles de género ni imposiciones sociales. Lo que te define es el entorno en que creciste, los consejos de los adultos a tu alrededor, el amor y la confianza de tus padres, la forma en que te educaron y lo que decidas hacer con todo eso.


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