Unicornio
Unicornio

Unicornio

Si el unicornio hubiera existido en la vida real y no en la mitología, probablemente se habría extinguido debido a la más bella de las causas.

Pese al aura de misterio y potencia que le rodeaba y convertía en una especie de “bad ass” mitológico, el unicornio no era muy diferente a todos los demás seres, fantásticos o mortales. Aún cuando era capaz de vencer hasta a un rinoceronte gracias a la hercúlea fuerza, fiereza, sagacidad, elusividad e instinto combativo que le caracterizaban, tenía un talón de Aquiles tan elemental que, de no ser porque él mismo se encargaba de ventilarlo a la menor provocación, nadie hubiera sospechado.

Unicornio

Los problemas para el mitológico equino llegaban cuando se cruzaba en su camino una silueta femenina, llena de etéreos y curvos contornos que se desperdigaban a placer por el bosque. Fuera una virtuosa doncella de mirada cautivante, una cortesana de incitantes maneras y andares, algún hada con las alas llenas de seducción y magia o cierta ninfa con piel del color de la canela y ojos más ardientes que la fragua de Vulcano, al unicornio le resultaba inevitable acercarse y disfrutar la compañía de la bella en cuestión, mostrando un talante diametralmente opuesto al que de ordinario le caracterizaba.

Cayendo en la trampa

El unicornio solía acercarse de manera dócil, paso a paso, haciendo contacto visual con su objetivo como si buscara algo específico. Como si quisiera hallar una chispa de bondad, de ternura, un indicio que le animara a seguir adelante sin temor a ser sorprendido con la guardia baja.

Luego, recargaba la cabeza sobre el regazo de ella, cerraba los ojos, se dejaba acariciar la crin, el poderoso cuello, los hombros y espalda —que usualmente se encontraban tensos y en momentos como ese se relajaban—. El cuerno, mortífera arma, se convertía en un inofensivo e insinuante juguete entre las manos de la que logró domarlo a golpes de dulzura.

Unicornio y doncella, por Boris Vallejo

A sabiendas de esto, no fueron pocos los cazadores que, en la búsqueda de hacerse con aquel símbolo de poder al que se le atribuían incluso bondades afrodisíacas, recurrieron al uso de doncellas que, enteradas o no de las pérfidas intenciones que éstos albergaban, accedían a llamar al potro mítico a su lado…y a su perdición.

Extinción

El último de ellos debió ser también el más estúpido o bien el más noble, pues seguro tenía alguna idea de la suerte que corrieron sus compañeros y a pesar de ello se dejó domar. ¿Hubiera sido otro el destino de la especie, de haber resistido un poco más a sus impulsos desbocados? Imposible saberlo; lo único seguro es que, si el unicornio no fuera sólo un producto de la mitología, existiera en la vida real y tuviera la oportunidad de cambiar la historia, no lo haría.


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