Que mis piernas se mantengan firmes y siempre me proporcionen el impulso para sostenerme a mí mismo, y a ti.
Que mi espalda y mis hombros nunca se doblen; los necesito enteros para que te apoyes en mí.
Que mis brazos siempre sean fuertes, por si un día —que ojalá nunca llegue— necesito cargarte como tú hiciste conmigo cuando era un bebé.
Que mi mente se conserve ágil, para que mi ansiedad y miedos no la bloqueen cuando más requerida sea mi objetividad.
Que el terror y la impotencia que siento al contemplar tu ocaso se canalicen a través del amor, para cuidar de ti sin sentir que se me desgarra el corazón, que mi voz se va a quebrar y que mis ojos se llenan de lágrimas porque me duele muchísimo ser consciente de que un día te irás.
Que, cuando ese momento llegue, mi cerebro conserve su entereza; que atesore todos y cada uno de los recuerdos bonitos que dejes en mí, para que ayuden a mi alma a sanar.
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