El amor es una planta que necesita ser regada cada día
El amor es una planta que necesita ser regada cada día

El amor es una planta que necesita ser regada cada día

Él no es guapo, ni tampoco feo; es un tipo normal, un tanto pasado de peso. Ella es linda, menudita y de silueta curvilínea. Su cabello teñido de rojo y bien cuidado, así como sus facciones armoniosas, hacen pasar por alto un detalle que apenas era perceptible: su ojo izquierdo casi cerrado por completo, a lo Thom Yorke, sin afán de ofender.

Compartían la banca dentro del vagón del Metro, como suelen hacer las parejas. Él miraba hacia el frente con los brazos cruzados sobre la bolsa de ella, que descansaba en su regazo. Ella lo miraba con su ojo sano lleno de amor, le tomaba las manos al hablarle con ternura, acariciaba su antebrazo y su cabello, ponía sus manos en el rostro de él para girarlo y darle un beso.

Le pidió que la abrazara; él extendió el brazo alrededor de sus hombros, provocando que frotara su cabeza sobre el hombro anhelado como un cachorrito indefenso que ha encontrado quién le proteja…al menos durante los dos minutos que duró el contacto. Después, nada. La misma posición mirando al frente con los brazos cruzados sobre el regazo y ella recargada en su hombro platicándole cosas, pintándose las uñas, mirándole fijamente con gran dulzura antes de decirle “Te amo” (fue lo que alcancé a leer en sus labios).

Él la miró brevemente, y le dijo “Yo también”, para después volver con indiferencia su vista al frente por enésima vez, mientras ella fruncía el ceño y le dirigía una mirada que tal vez podía significar: “¿Y luego?”

Indiferencia

Todo eso lo noté estando de pie en el vagón del Metro, a un lado de donde la pareja se sentaba, nada más por metiche y ocioso. Empecé a sentir cierta molestia, que se transformó en otras cosas conforme transcurrieron los minutos: una oleada de calor que me cruzó la cara, tensión en la mandíbula, un nudo en la garganta.

Sentí el impulso de darle un zape al tipo y gritarle “¡Eres una mierda! ¿No te das cuenta de todo lo que ella está haciendo? ¡No la mereces!”, y no es porque la chica me gustara para mí o algo por el estilo, sino porque a veces uno necesita verse reflejado en otros para quitarse la venda de los ojos y darse cuenta de las cosas que están mal y, ya sea por enojo, despecho o el motivo que gustes y mandes, hacemos de forma injusta, hiriendo a personas que amamos y anteponiéndoles nuestro estúpido orgullo.

Me vi a mí mismo durante esas ocasiones en que me he mostrado altivo y orgulloso, me he hecho el ofendido (con o sin motivo) o simplemente he sido grosero con personas que me aman y son importantes para mí, en aras de mi impulsividad.

La rabia, impotencia y llanto contenido que me invadieron en ese momento no fueron a causa del imbécil que no sabe apreciar el amor de su chica, sino del hecho de ver ante mis ojos ese egoísmo del que he hecho gala en más de una ocasión. Fue como cuando, en la mitología egipcia, Anubis retiraba el corazón del cuerpo del recién fallecido para colocarlo en una balanza y ver qué tan puro o perverso fue éste en vida durante el juicio de Osiris, mostrándolo a su portador original y causándole sentimientos terribles acerca de sí mismo. ¿Cuánto puede llegar a pesar el corazón, en comparación con la pluma de Maat?

Anubis

Quizá no se profieran ofensas o se realice una mala acción; muchas veces no es forzoso. La indiferencia también lastima como un cuchillo helado a alguien que, aunque bien pudo haber cometido un error, no lo hizo con dolo.

Cuando la pareja se fue y después de un muy buen rato de querer salir corriendo de ahí, la lágrima corrió solitaria al final, larga y fluida, dejando a su paso una promesa que no le voy a hacer a nadie porque (como decía mi abuelita y dice mi mamá) las palabras se las lleva el viento, pero que sí puedo consolidar con acciones, gratitud, empatía, comprensión y amor por las personas que son importantes para mí.

Después de todo, nadie va a estar a mi lado eternamente y nada más porque sí. Las personas, como las plantas, nos vamos secando poco a poco si no se nos riega; a unas con agua, a otras con amor.


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