¿Yo qué sé del amor?
¿Yo qué sé del amor?

¿Yo qué sé del amor?

Lo poco que sé del amor no es más que lo que he aprendido experiencia tras experiencia; para mi buena fortuna, nunca acostumbré ver películas románticas, series, telenovelas y demás porquerías rosas que distorsionan la idea original que uno pudiera tener, así que, aunque definitivamente no cuento con la respuesta más acertada, por lo menos puedo garantizar que no está tan contaminada o distorsionada y es bastante honesta.

El amor, desde mi perspectiva, tiene una palabra que resulta ser la piedra angular de todo lo que conlleva: compartir.

compartir

Se comparten gustos básicos como la música, el cine, la lectura, la comida. La ideología, la religión o antirreligión, las tendencias políticas o apolíticas, sin afán de imponer nada al de enfrente. Si acaso, se puede aspirar a un intercambio de ideas en cualquiera de estos aspectos y, si bien nos va, que coincidan dos, tres o hasta cuatro para poder decir “Vaya, parece que aquí tenemos algo en común”. Es en este punto donde surgen la afinidad y la amistad; un buen comienzo, sin duda.

Después de este primer filtro vienen cosas más complicadas: no es lo mismo estar de acuerdo en aspectos hasta cierto punto superfluos como los ya mencionados, que sentir que uno se complementa increíblemente bien con esa persona. Para eso se necesita empatar muchas más situaciones, lo que no resulta nada fácil.

Como veo las cosas, lo verdaderamente cabrón viene cuando hay que revisar todos los demás detalles: si es leal y respetuosa hacia la relación de pareja (no me gusta la palabra “fiel”, me parece muy impersonal); si es alguien con quien pudiera compartir desde una ida al restaurante más caro de la ciudad hasta, simplemente, salir a caminar al centro sin importar nada más que el gusto de estar juntos; si es una persona con quien la química sea tan intensa que, cuando los cuerpos estén cerca, se atraigan como si después de estar juntos se fuera a terminar el mundo; si tiene una conversación rica, envolvente, capaz de contarme un mal chiste y después capturar mi atención durante horas.

amor

Todo esto cuenta dentro de lo que se puede compartir, lo que se puede medir para saber si hay suficiente afinidad con N persona como para llegar, eventualmente, al enamoramiento; por menos en mi caso, así funciona. De no cumplirse esas situaciones, creo que solo estaría emocionándome con un bonito pero efímero cascarón.

Alguna vez me dijo un amigo que el concepto que las personas solemos tener sobre el amor generalmente va aderezado con un toque narcisista y ególatra, y estoy de acuerdo al respecto. Sin embargo, también creo que eso es algo inherente al comportamiento humano; todos, sin excepción, somos egocéntricos (la única variable es el tamaño e intensidad del ego), necesitamos autocomplacernos, y una forma de hacerlo es a través de la elección de una pareja con base en lo que nos gustaría obtener de ella y de la relación.

No podemos pretender encontrar a alguien que sea nuestra imagen y semejanza en cuanto a pensamiento se refiere pero, en definitiva, siempre existirá un proceso de selección para elegir con quién vale la pena empatizar y compartir.


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