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Tere Palacios, una pintora rodeada por un aura especial
María Teresa Palacios Cervantes, “Chiculima”, es una pintora que descubrió su vocación por el arte a los seis años y no se detuvo hasta egresar de la Academia Nacional de Artes Plásticas de San Carlos de la Universidad Nacional Autónoma de México. Ha desarrollado una técnica propia de la mano de una marcada espiritualidad que acompaña a cada una de sus obras con la intención de llevar al espectador a una introspección que lo conecte con su “yo” interior y le permita encontrarse a sí mismo.
A través de ideas propias que surgen de lo más hondo de su ser, Tere plasma en vívidos e intensos colores momentos, pasiones, lugares, viajes, sueños, imágenes, locura y naturaleza. “Pinto todo lo que veo, todo lo que siento y todo lo que mi mente puede construir en ideas reales e irreales, pero sobre todo, sentimientos que todos conocemos”, asegura al abrir la plática que tuve el placer de sostener con ella hace algunos días.
“Chiculima”, el ojo que permite ver el interior
Orgullosa y entusiasmada, Tere comenta que ese nombre le fue dado durante una ceremonia Wixárika. “Chiculima” significa “Ojo de dios” y —sin ninguna pretensión de por medio— ella da al término un valor muy especial.
Cuando pinta logra una conexión muy grande con su propia conciencia, como si entrara en una especie de acto sagrado. Siente los colores, saborea cada uno con todos sus sentidos y su mente crea las combinaciones que necesitará justo antes de visualizar la obra que quiere realizar. Es así como llega la inspiración, ya sea a través de sus ojos terrenales o los espirituales; plasma cada idea como si se tratara de imprimir tanta luz en la pintura como le es posible, siempre buscando despertar algo bonito en las personas, de crear algo que les llegue al alma y abra las puertas de su conciencia.
Su mayor virtud como pintora
Tere es enfática al señalar que plasma en su arte fuerza, templanza y sobre todo, la sensación de bienestar que te genera el hecho de tener amor en tu vida. Siempre busca interiorizar en sí misma antes de empezar a trabajar con el lienzo en turno y para ello, el ambiente adecuado es primordial.
En su estudio no pueden faltar una pequeña fuente y la ventilación adecuada para propiciar que, al igual que el agua y el viento, la energía fluya de una manera tranquila y relajada mientras escucha música y siente la cercanía de la naturaleza, pues su área de trabajo se encuentra a un lado del jardín de su casa, donde la atmósfera se complementa con la presencia de algunos animales —generalmente tlacuaches— que la visitan de repente y se quedan por un momento viendo hacia el interior desde el umbral, como si lo que sucede ahí dentro les llamara la atención. Todos estos factores le brindan mucha paz, lo que le permite dejar salir esa creatividad tan pacífica pero a la vez llena de ímpetu.
Autenticidad por sobre todas las cosas
Tanto en su faceta como pintora como en su vida diaria, Tere busca siempre ser ella misma, sin encasillarse en una sola corriente ni imitar a nadie, sino tomando lo que más le gusta de cada estilo para implementarlo y adaptarlo al propio. Para ella, cada pintor imprime en su obra su propia experiencia de vida, por lo que el arte perdura y puede transmitir a quien lo observa un sinfín de emociones.
Le gusta pintar lo que le sale del alma; así, sin mayor rodeo. No copia ni sigue tendencias, le gusta dejar en su obra mucha claridad, luz y mensajes a través de simbolismos que ella cree que pueden tocar el interior de las personas.
Por citar un par de ejemplos, mientras su serie Cuerpo muestra a seres conformados por figuras geométricas que capturan la esencia de su modo de vida a través de una alegoría en que cada personaje es feliz dedicándose a su actividad preferida, Luz mística representa el reencuentro con el espíritu y la trascendencia a través de la conciencia de que todo en este mundo tiene espíritu y está vivo.
La anécdota más memorable en su carrera como pintora
Tere ve cada momento en la vida como una experiencia increíble y la mayor de ellas, en sus propias palabras, fue cuando la invitaron a participar en una residencia de arte en Iquitos, una isla peruana ubicada en pleno Río Amazonas donde, junto a otros nueve pintores provenientes de todo el mundo, tuvo oportunidad de realizar cuatro obras relativas a la cultura local. Ella se enfocó en las ceremonias de la ayahuasca, el linaje de los ancestros de aquellas tierras, el árbol de la vida de los indígenas, su flora y fauna, siempre trabajando con los materiales y muy peculiares colores que se extraen de la vegetación amazónica.
Describe a esa paradisiaca isla como un lugar lleno de energía donde, además de apreciar su belleza, se sintió muy en contacto con su alma y se enamoró de la experiencia de vivir entre tanta libertad. “Vivimos sumergidos en lo material y lejos de la esencia; alejarme de eso y tener la oportunidad de conectar con mi interior en un lugar así, ha sido maravilloso”, cuenta con una mirada brillante al recordarlo.
No pierdas de vista su sitio web oficial y las redes sociales de esta talentosa pintora, quien hace una invitación final a quienes gusten conocer su obra:
Conoce tu interior para estar bien contigo mismo, aprecia tus virtudes para mejorar tu vida, quítate patrones y sé más libre.
¿Quieres conocer otra interesante propuesta artística? Te invito a leer la entrevista que tuve con Rosa Margarita Elías, pintora, poeta y difusora cultural conocida como «La gata roja».
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Mi muy amada y admirada Tere.
Tanto que eres y das a través de tu alma y cada vez más evolucionada espiritualidad. Felices los que tenemos la fortuna de conocerte y dar fé de tu talento, talla humanitaria y grandeza.
Y para aquellos que no tengan aún la oportunidad de conocerte personalmente, sirva tu obra para hablar de quién Eres y de el conocimiento que tienes y ofrendas por medio de tus colores, formas y ese lenguaje tan singular, y que abre las puertas a otro espacio de la percepción.
Eres esencia y nos invitas a la contemplación del reflejo del Universo!
Felicidades querida!
La gata roja!!!🐱