Hasta hace poco, no era gran fan de la cochinita pibil.
No es que no me gustara; si me la servían me la comía, pero si había otra cosa en el menú, mejor le entraba a eso. Supongo que nunca le agarré suficiente cariño pese a ser uno de los platillos más tradicionales de México —en específico, del estado de Yucatán— o que las que había probado antes no eran tan buenas. Sin embargo, cambié radicalmente de opinión cuando por fin me decidí a visitar Tacos y tortas La Cochinita.
Empecé tímido; pedí un taquito para probar y, por si no me gustaba, ya le había echado el ojo a una torta rusa —de milanesa, pierna y quesillo—, idea que olvidé después de darle la segunda mordida a mi taco. La combinación y balance perfectos entre los cítricos (la carne se macera en jugo de naranja y limón), el achiote, la propia grasita del cerdo, la salsita de chile de árbol y —¡Cómo no!— una buena dosis extra de limón se sintieron tan bien que no sólo quise más, sino que mi glotón (no tan) interior se alborotó y terminé empacándome también un delicioso panucho y una tortota que me acabé por puro honor, porque a la mitad ya estaba más que satisfecho.
Este local, que a simple vista parece uno más entre los miles que te encuentras mientras paseas por el Centro Histórico, se ha mantenido en el gusto de la gente desde 1950 no solo por su increíble sazón, sino por sus precios, accesibles al bolsillo más roto por el final de la quincena. Por el taco, el panucho, la torta y dos refrescos (es que andaba con sed, jeje) pagué 134 pesitos, así que definitivamente es un lugar al que volveré no solo para repetir la experiencia, sino para recorrer todo el menú.
Encontrarás a estos maestros de la cochinita pibil en Mesones 20, dentro del corazón de la Ciudad de México, aunque Google Maps marca la ubicación en Simón Bolívar 20 con el nombre “Lonchería La Cochinita”. De todos modos no hay pierde, está prácticamente en la esquina de esas dos calles.
No dejes de visitarla y contarme en los comentarios qué te pareció; de antemano, puedo decirte que me vas a agradecer la recomendación.
¿Me invitas un cafecito?
