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Guanajuato y su tradición metalúrgica: Mina El Nopal
Guanajuato cuenta con una enorme tradición minera; una muestra de ello es la Mina El Nopal, que empezó a operar en 1732 y terminó sus labores en 1908 debido a la inundación de algunos de sus niveles más bajos, de los que no se pudo sacar el agua para continuar con los trabajos de extracción de oro, plata, cuarzo, pirita, plomo, zinc y cobre. De hecho, por ese motivo estos niveles se encuentran actualmente cerrados al turismo.
Sin embargo, es posible acceder a la mina por la entrada principal, que se ubica más o menos a la mitad del complejo —a ras de suelo— aunque durante el siglo XVIII todavía se podía circular unos 150 metros más hacia abajo y 100 más hacia arriba.
Visualízala verticalmente: cada 50 metros hay un nivel y, de ellos, el segundo conecta con otra famosa mina de Guanajuato: La Valenciana, que al estar ubicada en uno de los puntos más altos de la ciudad absorbe mucho aire por el tiro (el enorme hueco vertical que se ve en el centro de cualquier mina, similar al cubo de los ascensores modernos) y, a través del ya mencionado nivel, lo transfiere hacia El Nopal, lo que causa que en algunas partes la temperatura sea más fresca que lo normal.
Un glorioso y cruel pasado
Cuando la Mina El Nopal aún estaba en funcionamiento y la cantidad de agua acumulada en los niveles inferiores no era excesiva, ésta se sacaba y se llevaba al Castillo de Santa Cecilia, que era una hacienda de beneficio a donde llegaba también toda la roca con metales preciosos que extraían los mineros y donde las galereñas se encargaban de separar el mineral de la roca.
Como dato curioso (y reflejo del machismo de aquel entonces) las mujeres tenían este tipo de chamba porque estaba terminantemente prohibido que entraran a las minas, pues se decía que eran de mala suerte y podían ocasionar que las vetas se encelaran.
Una veta es lo que determina el entramado que podemos ver cuando entramos en una mina. Los socavones (túneles, pues) siguen el patrón de la primera franja encontrada que luzca como si la roca estuviera oxidada; esto significa que ahí están los metales y es donde los mineros debían, cuña y marro en mano, romperla a golpes. Usualmente trabajaban en parejas y mientras uno sostenía la punta metálica el otro golpeaba la formación rocosa con el martillo hasta lograr el resultado deseado.
Guerreros del subsuelo
Ser minero en aquel entonces era una labor titánica. La minería moderna utiliza máquinas perforadoras que funcionan con aire comprimido y agua haciendo girar, como si fuera un taladro gigante, una barreta de 1.80 metros rematada por una broca para generar huecos donde luego se mete material explosivo, simplificando de forma significativa la tarea.
Antaño, estos pobres hombres, además de generar los socavones a mano limpia, tenían que rifársela sin equipamiento (como es lógico, para la época de que estamos hablando) y hasta descalzos, arriesgándose además a aspirar sílice durante el proceso, lo que produce una enfermedad llamada silicosis. Ésta, en resumen, hace que se oxiden los pulmones y, como es lógico, estos intrépidos hombres, que empezaban a trabajar a los 14 o 15 años, tenían una esperanza de vida máxima de 35 o 40.
Ellos sabían que en cuanto empezaran a toser y expulsar sangre por la boca estaban condenados, pero ahí seguían, hasta donde les daba la fuerza para seguir ganando el sustento a base de voluntad y determinación, perforando, rompiendo y sacando hasta 70 kilos de roca sobre sus espaldas para llevarlas por las escaleras o bien, en una canastilla de madera jalada por personas o animales de tiro llamada calesa, que solía servir para desplazarse entre los distintos niveles de la excavación.
Toda esa ardua tarea daba como resultado números que producen un no sé qué de impotencia, coraje y tristeza: de cada tonelada de roca se obtenían únicamente siete gramos de oro y 300 o 400 gramos de plata. Si esto no te hace sentir piedad y admiración por las almas de aquellos férreos trabajadores, no sé qué otra cosa podría conmoverte.
Presente y futuro alentadores
Actualmente, la Mina El Nopal recibe a miles de turistas que se maravillan admirando uno de los pilares de la economía no solo de Guanajuato en particular y del Bajío en lo general, sino de todo el país, además de contar con un nivel adaptado como salón de prácticas donde los estudiantes de la Facultad de Ingeniería, Minas, Metalurgia, Geología y Ambiente de la Universidad de Guanajuato extraen muestras del poco metal que queda ahí para analizar.
En cierto modo, es reconfortante saber que un lugar donde floreció la explotación durante tantos años se haya convertido en una herramienta para el saber y el progreso.
No dejes de visitar este increíble rincón de Guanajuato, uno de tantos que estoy seguro te encantarán. Si ya has estado ahí, cuéntame qué te pareció en los comentarios de este artículo o a través de mis redes sociales:
¿Te interesa conocer más sobre la minería en México? Echa un vistazo a este artículo sobre la famosa Mina El Edén, en Zacatecas.
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