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Cuetzalan, un bonito rincón en la Sierra Norte de Puebla
Cuetzalan del Progreso, Pueblo Mágico localizado en la serranía de Puebla, es una maravilla turística: pequeño y muy sencillo de recorrer, ofrece calles empedradas e inclinadas repletas de casitas pintorescas y atractivos dignos de pasar en ellos por lo menos una semana disfrutándolos, empezando por su gastronomía.
Para conocer el verdadero corazón culinario de un lugar, es básico poner atención a cada esquina y dejarse llevar por el encanto de su comida popular. En los puestecitos de garnachas —que abundan en las calles del centro— encuentras comida baratísima y con un sabor increíble. Por ejemplo, los tlayoyos y los molotes (distintos a los de Puebla capital), que son cilindros de masa rellenos de pollo o queso y que se pueden comprar por veinte pesitos la docena, y el chilpozontle, que es parecido al mole de olla.
En el tianguis de los fines de semana puedes encontrar desde el clásico surtido de antojitos mexicanos hasta tacos de pastor al carbón y, para después de comer, una bolsita con cuatro puros fabricados por los habitantes del pueblo a sólo 40 pesitos y delicioso café orgánico. Elotes, esquites, incluso tamalitos oaxaqueños que, en combo con el obligatorio vaso con atole, cuestan 12 pesos. Cuetzalan es el paraíso de los tragones, sin duda alguna.
Atractivos a las afueras de Cuetzalan
Después de semejante comilona, ¡Hay que quemar todas esas calorías! Por fortuna, en el Centro Histórico del pueblito hay también muchas agencias que ofrecen a los turistas distintos paquetes de recorridos a grutas, cascadas y zonas arqueológicas con precios bastante accesibles.
Como todos estos lugares tienen que visitarse desde tempranito para ser aprovechados al máximo y desde la tardenoche que llegué a este bonito pueblo tenía ganas de salir, contraté primero un recorrido por los principales puntos históricos en el que el guía de turistas compartió interesantísimos relatos para amenizar el camino. Así me enteré de que, por ejemplo, el náhuatl que se habla en Cuetzalan es ligeramente distinto al de Veracruz o al que se hablaba en Tenochtitlán; de que, pese al calor infernal que me recibió a media tarde, el clima es muy cambiante y puede sumergirte de la nada en una lluvia torrencial. Que Cuetzalan es un pueblo muy tranquilo que vive del turismo y de la venta de café tanto para consumir como en forma de artesanías hechas con su grano. Que es un pequeño escenario serrano lleno de sorpresas, de las cuales disfruté apenas unas cuantas al día siguiente.
El Valle de las Piedras Encimadas
Repleto de formaciones rocosas originadas por la erosión que, hace miles o tal vez millones de años, el agua que cubría la región ejerció de manera paulatina hasta dejar descubierto ese tramo de tierra, permite apreciar cualquier cantidad de formas caprichosas: algunas son de animales, otras de rostros que parecen emerger del llano; unas cuantas más parecen surgir arbitrariamente salpicando la escena, y todas, en conjunto, terminan por ofrecer una bella entrada hacia el siguiente destino.
Chivostoc
Conocida también como “La cueva del Diablo”, es una gruta interrumpida a la que se accede a través de un pequeño claro ubicado dos o tres metros por debajo del nivel de la superficie, tras el cual se encuentra la entrada a una bóveda incrustada en la tierra unos veinte metros. Es tan pequeña porque, según comentaba el guía respecto a las piedras que aparecen al fondo dispuestas como si hubiera habido un derrumbe, probablemente fue utilizada como paso por los revolucionarios de principios del siglo pasado y dinamitada después para cortar la ruta de escape. Además, tiene el encanto de estar llena de leyendas: desde las figuras que se pueden apreciar entre sus muros cavernosos entre sombras y los «vigilantes» que se encuentran fuera de ella hasta la tradición de llamar a tu alma diciéndole «Ya vámonos» una vez que te encuentres fuera, porque se cuenta entre los lugareños que, si no le recuerdas irse contigo, puede quedarse atrapada ahí por toda la eternidad.
Cascada Las Brisas
Es la más popular de todas las que hay en la región debido a que los habitantes del pueblo la utilizan como balneario, mercado y hasta lavadero; sin embargo, su belleza es innegable, además de que ese día, por fortuna, me tocó encontrarla relativamente vacía. Es una delicia meter los pies en esa agua tan helada y pura (nada más háganlo con chanclitas, porque si se la avientan a la brava como yo se van a acordar de cada grano de arena o guijarro durante un buen rato).
Cuando sea prudente viajar, ¡Ve a conocer este paradisíaco lugar! Vale la pena sacarse un poco de encima el stress de la ciudad e internarse en un Pueblo Mágico que tiene tantos secretos guardados y esperando a ser descubiertos por el visitante.
Es increíble todo lo que se puede conocer en este rinconcito de Puebla; por ejemplo, ¿Sabían que el nombre original de la localidad era Ketzalan, que significa «Tierra de quetzales», y luego cambió a Cuetzalan, «Tierra de plumas brillantes»? ¿O que los voladores de Papantla no son originarios de Papantla, sino de este paraje enclavado en la sierra y que, tras una invasión de los nahuas a estas tierras totonacas, migraron al Tajín, de donde partió su fama? ¿O, por ejemplo, que dicha danza tiene un intrincado trasfondo?
El simbolismo en la danza de los Voladores
Cada uno de los cuatro voladores que cuelgan del poste representa a uno de cuatro elementos; Norte, Sur, Este y Oeste; o bien, Primavera, Verano, Otoño e Invierno. El quinto, que toca los tambores sentado en la parte más alta, es el nexo entre todos ellos. Este palo, que tradicionalmente debe ser tallarse del tronco de un árbol sin hacer cortes, representa al inframundo y los voladores descienden sobre él en una alegoría del ciclo de la vida, aunque esta no es la única interpretación que se le da; su descenso representa también la caída de las gotas de lluvia en tiempos de siembra, mientras el pantalón rojo que visten hace referencia a la sangre de la humanidad y tanto la prenda superior, cruzada, como el penacho que portan, simbolizan a aves.
Los espejos que portan reflejan la luz del sol, llevándola por todos los alrededores. Cada volador debe dar 13 vueltas, ya que, si mi curso de matemáticas avanzadas no falla, 13 x 4 son 52, y 52 x 5 son 365, abarcando así todos los días del año, lo que representa un rito en busca de la fertilidad en la tierra.
Como puedes ver, Cuetzalan no sólo es un lugar mágico pleno de maravillosas historias, gente amable y deliciosa comida, sino también rebosante de cultura y tradiciones. Si viajas para allá desde la Ciudad de México, prepárate para viajar durante seis horas, incluyendo un tramo final en que tendrás que alternar el único carril que existe para subir o bajar hacia el pueblito. Créeme, vale completamente la pena.
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