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Museo del Templo Mayor: Una ventana al pasado en el subsuelo capitalino
Siempre vale la pena tomarse un tiempo y recorrer con calma el Museo del Templo Mayor. La transición entre una sala y otra sigue un patrón en forma de caracol justo como la que tenía el recinto dedicado a Tláloc y Huitzilopochtli en sus años de gloria, con lo que la experiencia se vuelve aún más inmersiva en el pasado de esta nación.
Normalmente, cuando uno piensa en el Museo del Templo Mayor lo primero que llega a la mente es Coyolxauhqui, el guerrero águila, la efigie de Mictlantecuhtli y el tzompantli, que son sus elementos más representativos. Sin embargo, si te fijas bien, encuentras un montón de detalles que seguramente no percibiste durante tus visitas anteriores y es un hecho que, si vuelves un tiempo después, descubrirás aún más cosas; así de mágica es la historia de nuestros antepasados.
Por ejemplo, yo descubrí (o quizá recordé) que, en algún punto de la historia después de la conquista, fue, literalmente, un basurero; que cada tlatoani contribuía construyendo un nuevo nivel para el recinto, engrandeciéndolo; o que algunos de los elementos decorativos que se aprecian en la parte superior del templo (la que está techada para evitar que el sol la dañe) tienen inspiración tolteca.
No cabe duda de que la superficie nos muestra apenas una pequeña porción de todas las maravillas que el tiempo se ha encargado paulatinamente de ocultarnos, así que si quieres descubrir más sobre la antigua Tenochtitlan, no hay nada mejor que ir a hurgar en ella.
El Museo del Templo Mayor se encuentra a un costado de la Plaza de la Constitución, en el número 8 de la calle Seminario. Abre al público de 9:00 a 17:00, de martes a domingo. La entrada cuesta 95 pesitos (lo que te gastas en dos caguamas), con entrada gratuita para estudiantes, maestros y adultos mayores nacionales con respectivas credenciales y por si fuera poco, los domingos el acceso es gratis para todos.
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