CUENTO – Una misteriosa estancia en el psiquiátrico
CUENTO – Una misteriosa estancia en el psiquiátrico

CUENTO – Una misteriosa estancia en el psiquiátrico

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El cuento que estás a punto de leer es un mero ejercicio literarioDe ningún modo ensalza conducta violenta alguna ni pretende hacer apología del delito; el autor repudia actos violentos de cualquier índole. Considérese, pues, como lo que es: una pieza de entretenimiento. Disfruta la lectura.

Lo último que recuerdo fue que mi mejor amigo y yo estábamos de paseo por Guadalajara. Vinimos a recorrer la ciudad y buscar aventuras aprovechando nuestra soltería y que nadie en la ciudad nos conoce, pero en lugar de terminar en la cama de alguna bella chica, despertamos en las del hospital psiquiátrico de la ciudad.

Es un lugar muy extraño. No tiene paredes acolchadas como se supone pasa en cualquier hospital psiquiátrico de esos que aparecen en las películas y la televisión; en lugar de eso son viejas, al parecer de roca sólida y muy gruesa; grisáceas, sucias y oscuras. Parece más una cárcel que un hospital.

Al salir de nuestra habitación, situada en la planta baja, tenemos acceso directo al patio, el cual tiene la misma energía rara que las habitaciones: es sucio y gris, lleno de hierba que crece por todos lados y contrasta con la tristeza que se percibe en todo el lugar.

Hay mucha gente ahí afuera, pero nadie tiene bata blanca ni está despeinada ni tiene cara de loco, sino todo lo contrario: chicos con apariencia bastante normal, chicas bastante guapas, señoras de porte distinguido y tipos con pinta de que jamás en la vida les han faltado dinero, mujeres y diversión.

No sé por qué estamos aquí, pero todos nos miran con recelo, como si nosotros fuéramos los locos y no ellos, como si nosotros fuéramos quienes mereciéramos estar ahí adentro y los que tenemos alrededor nos analizaran. Todos, desde nuestros improvisados y extraños compañeros de alojamiento hasta los doctores que, sin embargo, son un poco más amables en su trato.

Una de ellos era una morena alta, delgada, de piel acanelada, con un rostro de aspecto sereno debido a los lentes que usaba. Cuando nos llamó y escuché su voz creí por un momento que estábamos fuera de cualquier lío y nos explicaría que todo fue un error, que no teníamos nada que hacer ahí y podíamos irnos.

Nada más alejado de la realidad. Me quedé helado cuando dijo que habíamos hecho algo muy grave y tendríamos que esperar unas horas para saber qué pasaría con nosotros. Fue peor cuando le preguntamos qué habíamos hecho y contestó con seriedad que ella no estaba encargada de informarnos esa parte, que debíamos volver al patio y esperar.

Cuando salimos de nuevo a respirar el aire enrarecido de ese espacio abierto el ambiente se sentía diferente. Los demás invitados forzosos a la reunión se mostraban amistosos respecto a nuestra presencia en el psiquiátrico e incluso tuve posibilidad de entablar conversación con algunos; me sorprendió la fluidez de la plática y los intereses en común que teníamos, aunque mi compañero parecía no sentirse tan cómodo con la situación y decidió regresar al área de oficinas para sentarse en la sala de espera y ver si podía resolver algo.

Por mi parte, estaba convencido de que todo se aclararía pronto y me sentía a gusto compartiendo cigarros con aquellas personas, intercambiando anécdotas e ideas durante la primera hora, pero después las cosas empezando a ponerse un tanto extrañas.

Una serie de mensajes empezó a llegar a mi celular con preguntas que al parecer tenían la función de evaluar mi estado mental; lo curioso es que yo intentaba responder los mensajes sin ningún éxito, así que fui a las oficinas para ver qué pasaba y cómo estaba mi compañero, que ya llevaba un buen rato allá. Cuando entré, apresuradamente se me acercó al tiempo que me decía con tenebrosa serenidad:

—No te preocupes compita, que en algún momento se aclarará que nosotros no estamos locos…de momento podemos pasarla bien aquí, mira, me devolvieron las escopetas que usamos anoche en el bar con toda esa gente…

Psiquiátrico

Mi mayor miedo es terminar recluido en un psiquiátrico sin tener siquiera conciencia de estar ahí, o del por qué. Esta pesadilla convertida en cuento lo refleja de la mejor manera que pude tras despertar y esforzarme por no olvidar ese desagradable sueño. ¿Cuál es tu temor más grande? Platícamelo en los comentarios de esta publicación o en mis redes sociales:

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2 comentarios

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