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SAT: La excepción a la regla en la burocracia mexicana
Cierta ocasión tuve que ir a las oficinas del SAT ubicadas en Paseo de la Reforma 10, las que están frente a la Torre Caballito, en la Ciudad de México. Necesitaba tramitar mi constancia de RFC fiscal, así que llegué allá a eso de las nueve de la mañana, tomé un turno y me dispuse a esperar un largo rato considerando que, las veces que he tenido que hacer algún trámite en una dependencia del gobierno, la ineficacia del personal me ha tenido hasta cinco horas esperando afuera de unas oficinas ofensivamente incómodas, sentado a pleno rayo del sol y con el estómago gruñéndome de hambre (¿Verdad, módulo del INE en el Deportivo Eduardo Molina?).
Sin embargo, ¡Oh, sorpresa! Desde que llegué al SAT todo fue cordialidad y eficiencia: la chica a la que pregunté dónde podía imprimir el dichoso RFC me orientó con una sonrisa en la boca; la señora de las impresiones fue rapidísima y hasta de a dos nos pasaba a su escritorio. Cuando volví con la misma chica del principio para preguntarle dónde podía generar mi contraseña me indicó, nuevamente con una amable sonrisa, a qué escritorio debía dirigirme y, cuando llegué ahí, otra señora, muy atenta, me ayudó no solo con lo que necesitaba, sino que buscó los requisitos necesarios para obtener mi FIEL, revisó el calendario de citas, me agendó una para el día siguiente y hasta tuvo tiempo de ser amable y conversar un poco en el inter. ¡Todo eso sucedió en menos de 40 minutos!
Regresé para el nuevo trámite y lo mismo: atención rápida y eficiente al grado de que, apenas me habían mandado a la salita de espera mientras llegaba el siguiente movimiento, ya me estaban llamando otra vez. Creo que lo más tardado fue en lo que me regresaban mi INE y me llevaban a activar mi Buzón Tributario, que no tardó más de 10 minutos en estar listo.
Quedé gratamente impresionado, en verdad me dejó un muy buen sabor de boca la manera en que fui atendido; digo, ya que van a meter las manos en mis bolsillos para vaciarlos, por lo menos es agradable que me hablen bonito.
Si instituciones como los mismos INEptos, las clínicas del IMSS, ISSSTE, ISSEMyM —entre otras llenas de matasanos y secretarias huevonas—, ¡Hasta las taquilleras con cara de abstinencia sexual excesiva que atienden en el Metro! tuvieran una verdadera actitud de servicio y respeto, la percepción que la ciudadanía se ha generado acerca de ellas cambiaría drásticamente, generando una sensación de bienestar que, a su vez, redundaría en mayor disposición para confiar en ellas y acercarse para aprender aunque sea un poco sobre cómo y por qué funcionan del modo en que lo hacen.
Parece sueño guajiro y sé que la idiosincrasia corrupta imperante en la mayoría de estas dependencias es una barrera difícil de salvar pero, como le dijo Bill Clinton a Lisa Simpson…
Entonces, si no tienen tan buena fortuna como yo con el personal del SAT, háganles saber (siempre de buena manera, que a mentadas de madre no se logra nada, por tentador que sea) que el servicio no está siendo satisfactorio, pidan hablar con la persona a cargo y, si no los escuchan o nada más les dan el avión, ¡Presionen! Recurran a las instancias reguladoras, utilicen las redes sociales, vayan directamente a los perfiles de la institución involucrada (responden más rápido en X). El punto es no quedarnos callados y exigir que desquiten por la buena ese sueldo que pagamos todos a través de nuestros impuestos.
¿Me invitas un cafecito?