Si hay alguien a quien debemos agradecer por la existencia de este disco, lanzado al mercado británico el 21 de febrero de 1975, es al rey del rock ‘n’ roll: Chuck Berry.
No nos confundamos; Chuck no se acercó a John Lennon para susurrarle al oído que hiciera un álbum de covers de sus rolas favoritas de rock ‘n’ roll durante la adolescencia, ni mucho menos lo produjo. En realidad, lo que provocó que John se metiera al estudio de grabación y trajera al mundo a su “tercer hijo” producto de aquel desenfrenado, promiscuo, alcohólico, drogadicto y fiestero periodo suyo conocido como “The lost weekend” —que, en realidad, se extendió durante año y medio— fue que cierto tipo llamado Morris Levy llevó al ex-Beatle a los tribunales argumentando que su composición perteneciente al Abbey Road, Come together, era un ruin plagio de esta rola. Cálale y me cuentas qué opinas:
Te la dejo al costo; si bien sí identifico un par de líneas que suenan muy similares entre Come together y You can’t catch me, no me atrevería a decir que se trata de un plagio como tal; pero tú tendrás la última palabra. En fin, como decía: gracias a la querella de Levy se llegó a un acuerdo extraoficial para que John produjera un nuevo disco donde debía incluir tres canciones propiedad de la editorial Big Seven, casualmente uno de los múltiples negocios propiedad del turbio empresario.
Shake, rattle and…rock!
Para salir del atolladero, John fue a los A&M Studios de Los Ángeles y se puso a trabajar ahí con Phil Spector, un viejo conocido dentro del universo Beatle que, para no extendernos demasiado, hizo un desmadre tal que incluyó desde amenazar con un arma de fuego a Lennon en alguna ocasión y hacer que los expulsaran de los estudios, hasta llegar al punto de robarse los masters del álbum en cuestión sólo para devolverlos después de recibir 90,000 dólares de parte de Capitol Records. Así, cual vil secuestrador.
Después de recuperar lo que originalmente iba a llamarse “Oldies but mouldies” y de hacer y deshacer Los Ángeles a su antojo en compañía de otros tantos célebres fiesteros como Keith Moon, Ringo Starr, Mick Jagger, David Bowie y Harry Nilsson (del que, incluso, quedó asqueado), John se dedicó finalmente a trabajar sobre las exigencias de Levy en los Record Plant Studios de New York.
Como ya traía el tiempo encima, cándidamente decidió entregar a Levy algunas cintas con el material en bruto, sin revisar ni remasterizar. No contaba con que el tipo no solo las utilizaría para lanzar desde su propia compañía un disco apócrifo titulado “Roots: John Lennon sings the great Rock & Roll Hits“, sino que también demandaría al mismo John, a EMI y a Capitol Records…por incumplimiento de contrato. Aun así, Rock ‘n’ Roll logró devolverle el guantazo en la cara al Roots “de Levy” y, después de un intenso jaloneo en el tribunal, imponerse como el único, oficial y digno de pasar a la historia.
La portada
¿Qué mejor manera de plantarse y decir “Aquí estoy, de regreso en mis raíces” que una vieja foto de los salvajes días de The Beatles en Hamburgo? De entre todo el portafolio realizado por Jürgen Vollmer en aquel entonces, la foto elegida refleja perfectamente el espíritu del rock ‘n’ roll: un tipo vestido a lo Elvis, con actitud y mirada altivas e indolentes, despreocupadas; y, como si de un acto de justicia poética retroactiva se tratara, las figuras borrosas de Paul, George y el buenazo de Stu completan la escena. Resaltan el nombre del artista y del álbum con neones que, pese a su sencillez, nos recuerdan que la luz y la energía fueron capaces de nacer de entre las sombras de aquellos años de la posguerra.
Mi rola del disco
Stand by me no fue el primer acercamiento entre el tándem Jerry Leiber/Mike Stoller y algún miembro de The Beatles (¿Se acuerdan de Kansas City/Hey hey hey?); así, es casi un movimiento natural que esta pieza, originalmente interpretada por Ben E. King, terminara siendo homenajeada por la rasposa voz de John creando la, para mi gusto, mejor versión que existe. Escucha nada más esa potencia y sentimiento perfectamente resumidos en poco más de cuatro minutos:
Sin embargo, y esto está por demás aclararlo, ninguna de las otras pistas que componen este trabajo desmerece. El disco es la cosa más sencilla del mundo y en ello reside su encanto: no hay grandilocuencia en los arreglos, no hay sonidos experimentales producidos por instrumentos que a nadie más que a The Beatles se les habría ocurrido incluir en un álbum de rock, no hay George Martin, no hay Paul McCartney. Lo único que existe en esos trece tracks es la voz de Lennon rindiendo tributo a aquellos que, en mayor o menor medida, lo convirtieron en quien era entonces…en quien es y todo lo que significa aún en estos días, cuando parece que el rock ‘n’ roll agoniza.
Vamos, incluso saliéndome un tanto de lo estrictamente musical, la suma de todas las partes de Rock ‘n’ Roll suena como la crónica de un letargo anunciado, una especie de “No me olviden, ¡Soy John Lennon y hago rock!” justo antes de calmar los ánimos, volver a casa y dedicar los últimos cinco años de su vida a complacer a Yoko y criar a Sean.
Este fue el último empuje de John Lennon en su estado primigenio: el teddy boy, el desafiante, el atrevido, el rockanrolero. ¡Que viva por siempre ese espíritu en todos nosotros! Y para asegurarme de que eso suceda, te invito a darle play a esta belleza:
Echa un vistazo a este otro disco del Beatle mayor, que seguro te agradará también.
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