La efímera felicidad de un hombre
La efímera felicidad de un hombre

La efímera felicidad de un hombre

Cierto día de hace algunos años, cuando trabajaba medio día los sábados, regresaba a casa después de una mañana bastante tediosa en la oficina. Aún vivía en casa de mis padres y mi familia no estaba, así que pasé a comprar un par de cervezas en la tienda para acompañar el chicharrón en salsa verde y los frijoles refritos que sabía me esperaban en el refrigerador.

Después de calentar la comida subí al estudio, encendí la televisión y, para mi agrado, el Packers vs Seahawks de los NFL Playoffs de la temporada 2008 tenía poco de haber comenzado y, sin saberlo, se convirtió en uno de los recuerdos más bonitos que tengo, de esos que, por su simpleza y espontaneidad, se quedan para siempre en la memoria.

Brett Favre OK

El momento era perfecto: después de comer, encendí un cigarro para acompañar lo que quedaba de mi segunda cerveza, me quité los tenis y puse los pies sobre la mesita sobre la que comí momentos antes. El Lambeau Field se mostraba cubierto de nieve y lucía simplemente hermoso. Brett Favre daba un gran partido y, tras ir perdiendo 14-0, ahora tenía la ventaja 21-14. No soy Packer, soy «BronColt», pero…¿Eso importa cuando uno ve un gran juego?

Como escribió Mario Benedetti en su libro La Tregua, la felicidad no es una meta o un estado perpetuo, sino una serie de momentos intermitentes. No es una meseta con 100 metros cuadrados de extensión, sino una cima estrecha, con apenas unos pasos de superficie. Ese fue uno de esos instantes, una de esas pequeñas visitas a la cima. Fue un momento sublime.

¿Puede un simple mortal pedir cosa más hermosa? Yo no.


¿Me invitas un cafecito?

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