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Jesús García Corona, el héroe inmortal de Nacozari
Jesús García Corona fue un chico sonorense que contaba con escasos 23 años cuando, el 7 de noviembre de 1907, recibió el llamado de la gloria.
Empezó a trabajar en la industria ferrocarrilera a los 17 como aguador en la Compañía Minera; sin embargo, tras tres años de trabajo duro, llegó a ser maquinista.
Cierto día tuvo que hacerse cargo de la máquina número 2, una Porter 0-6-0 angosta (no la 501, como dice el corrido por cuestiones de métrica); el conductor titular, un alemán llamado Albert Biel, estaba hospitalizado, así que Jesús tuvo que salir al quite para llevar un cargamento de cuatro toneladas de dinamita provenientes desde Oakland, California, hacia Pilares y Nacozari.
Carrera a la inmortalidad
Todo hubiera salido bien de no ser por factores como la negligencia y falta de sentido común de quienes pusieron la peligrosa carga en los dos primeros vagones, enseguida de la caldera, y las fallas en las góndolas de la misma. La terrible combinación forzó a Jesús a tomar una decisión: tras sacar de la ciudad al monstruo de hierro, pidió a la cuadrilla que lo acompañaba que se arrojara del tren y puso marcha forzada para alejar la explosión que, aún a buena distancia de Nacozari, sacudió casas y quebró vidrios, además de tomar la vida de doce personas que estaban en la cercanía.
Jesús, el joven con alma de acero
¿Qué habrá pasado por la mente de Jesús durante sus últimos instantes en este mundo? ¿Habrá sido su intención autoinmolarse? Yo no lo creo; leyendo material diverso puedo deducir que quiso llevarse lo más lejos posible la locomotora antes de intentar saltar y ponerse a salvo, pero no lo logró. ¿Habrá pensado en su madre, a quien tanto amaba (y que ese mismo día, cuenta la leyenda, tuvo el presentimiento de que nunca volvería a ver a su hijo)? Quizá de repente pensó en todas esas cosas que dejaría inconclusas si no lograba sobrevivir; tal vez lo asaltó una idea egoísta de último segundo, del tipo “¿Por qué diablos estoy haciendo esto?”.
Nadie lo sabe y poco importa, en todo caso; lo que lo convierte en un héroe tan grande como para que una ciudad lleve su apellido es la manera en que venció al terror y eligió no quedarse con los brazos cruzados ante una tragedia inminente.
Sirva el nombre de Jesús García Corona para inspirarnos y despertar en cada uno de nosotros ese espíritu de nobleza, bravura y gallardía que nos conecta con nuestros semejantes, que nos hace desear protegerlos como si todos fuéramos parte de un todo, aun cuando en el camino terminemos por convertirnos en polvo de estrellas.
De Jesús apenas quedaron unas cuantas partes de su cuerpo y sus botas. Sin embargo, su recuerdo sobrevive incluso en estos tiempos llenos de héroes —algunos reales, otros no tanto, muchos más de manufactura y duración express— gracias a la inmediatez de las redes sociales. Las personas como él, capaces de realizar actos desinteresados de valor, de dejar a un lado su “yo” para asumir un “nosotros” y entregar lo mejor de sí para ayudar a alguien más, merecen vivir en nuestra memoria para siempre.
Así como Jesús, hay muchísimos personajes en la historia que no son tan conocidos ni reciben todo el honor que merecen. Haz click aquí y conoce a algunos de ellos.
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