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Amantes a la antigua
Como todas las mañanas, abrí la ventanilla del baño después de darme un regaderazo para dejar salir el vapor. En la calle, prácticamente desierta a esas horas, vi caminar a una pareja de ancianos; ella tomada del brazo de él, ligeramente encorvados, avanzando paso a pasito, conforme su avanzada edad les permitía. Los cabellos grises, los rostros serenos surcados por marcadas arrugas, el chaleco beige y la camisa blanca de manga corta del señor, la falda negra de ella, los lentes de ambos.
Odié no tener mi cámara ni un buen ángulo de disparo en ese momento; me hubiera encantado poder salir rápido, pararme frente a ellos y pedirles que me dejaran fotografiarlos, que siguieran en lo que estaban como si yo no estuviera ahí.
Quizá sea idealista o demasiado romántico pensar que el amor “de antes” era más bonito o a lo mejor es verdad, no lo sé con certeza. El hecho es que las relaciones amorosas son distintas hoy debido a muchísimos factores: las ocupaciones que saturan agendas; las distancias que hay que recorrer entre casa, trabajo o escuela, casa de la pareja, el lugar al que vayan a encontrarse, al que vayan a ir. Los horarios que quedan libres para verse y disfrutarse, los modismos románticos que cambian con el paso del tiempo.
Las serenatas frente al balcón de la amada cedieron su lugar al video de la canción que más te la recuerde en ese momento colgado en su muro de Facebook; procedimiento sencillo, rápido y sin riesgo de que aparezca un rival celoso o salga el papá con una cubeta de agua fría lista para silenciar al improvisado trovador. Los inbox, e-mails, tweets, y WhatsApp han dejado obsoleto al cartero que entregaba esas misivas impregnadas de tinta y (en los casos más edulcorados) de perfume o loción.
Antaño, las parejas se enfrentaban a los mismos problemas que tenemos ahora: celos, posesividad, infidelidad, monotonía. Sin embargo, tal vez la diferencia resida en las constantemente renovadas usanzas, la tensión a que nos somete el ritmo de vida actual y que convierte a los avances tecnológicos en un arma de doble filo. Eso y lo relativamente fácil que el estrés y la aprehensión hacen presa de nosotros ocasionan que, con mayor frecuencia de la que muchos estaríamos dispuestos a admitir, olvidemos que entre los principios básicos de una relación amorosa se encuentran la paciencia, la tolerancia, el respeto, la confianza.
Quizá, si mantuviéramos esa idea fresca en mente, no sería tan sorprendente ver a dos viejitos amorosos repetir diariamente el paseo que han realizado desde muchos años atrás; aunque, de igual manera, seguirían siendo fuente de admiración, respeto y ternura.
¿Me invitas un cafecito?