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Respira hondo y nunca olvides
Sírvete un vaso con tu bebida favorita y siéntate en el sillón más cómodo de tu sala. Cierra los ojos, metafóricamente mira hacia atrás y encuentra a tu “yo” joven, ese que estaba lleno de energía y tenía tantas ganas de cambiar este mundo que, en aquellos años, considerabas casi vacío de valores y ética, alienado, carente de humanidad.
Tu onanismo mental te hizo creer que, aunque no marcaste gran diferencia, lograste cruzar esa etapa con tus valores intactos y que ahora, pese a que ya no tienes la misma intensidad de ese entonces, sigues defendiendo los ideales que (crees) no han cambiado.
Descúbrete haciendo ciber-activismo desde el gadget de tu preferencia; berreando que odias al sistema y desprecias toda la basura que conlleva. Opina, “cancela”, “funa”, “doxea”. Al final, todo eso no es más que palabras convertidas en desperdicios que apenas logran enrarecer el ambiente antes de perderse en la nada de la realidad virtual donde, a menos que consigas miles de likes como prueba de validación, tu opinión no tiene mucho peso que digamos.
Publica algo contra la injusticia.
Contra el abuso de poder.
Contra la desigualdad.
Contra la discriminación.
Contra el racismo.
Contra el clasismo.
Contra la religión.
Todo esto, claro, al mismo tiempo que le das un trago a tu Coca Cola o a tu frappuccinomacchiatocaramelventilattechupamesta de Starfucks.
Grita a los cuatro vientos lo deconstruido que estás, cuán alto vibras y lo bonito que brillas, cuánto amas a los animales, a los débiles y a los indefensos…desde la comodidad de tu sala y sin mover nada más que los dedos.
No es que esté mal que tú y los tuyos se encuentren a salvo en casita disfrutando privilegios bien ganados o heredados; lo jodido es que, desde una posición en la que —y lo sabes bien— estás a salvo sin correr ningún riesgo, adoptes como estandarte a otros que sí salen a convertirse en héroes o mártires —según sea el caso— que te servirán de ejemplo para seguir saludando con sombrero ajeno.
Sentirás alivio durante unos años más, mientras no te des cuenta del camino que elegiste.
Mírate al espejo.
Date un baño fresco, ponte ropa bonita, sal a distraerte con banalidades y luego regresa al mismo páramo yermo y gris que es en realidad tu burbuja rosa.
Respira y repite la operación cada día.
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