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Abbey Road [Discografía Beatle]
Abbey Road es —y no es— el último álbum de The Beatles. Lanzado al mercado el 26 de septiembre de 1969 (ocho meses antes que Let it be), fue grabado después de éste y comercializado antes del mismo debido al sepulcro (por llamarle de algún modo) que los Fab Four dieron al disco de los cuatro rostros, gracias a toda la tensión y desaguisados que generó en ellos el proceso de grabación.
Se trata de un álbum engañoso. Si se le escuchara sin conocer la historia del cuarteto de Liverpool, se podría decir que fue hecho por una banda en plenitud, cuando la triste realidad indicaba que sus cuatro miembros estaban a punto de decir adiós al fenómeno Beatle. Ya he comentado antes que Revolver y Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band son mis dos discos favoritos de la banda, pero al escuchar Abbey Road justo antes de escribir este texto bien podría ponerlo al nivel de aquellos.
Voy a dejar de lado el medley que compone la mayor parte de la segunda cara del álbum porque concuerdo con la opinión de John acerca de que esas rolas hubieran funcionado mejor independientes una de la otra y porque, al final, fue un reflejo de Paul y de George Martin: una revancha por lo sucedido en las grabaciones del Let it be dentro de la insana guerra de egos que para entonces había alcanzado proporciones épicas. Aunque eso sí, sería injusto decir que no está chingón.
Sin embargo, prefiero irme por el camino de rolas como Come together y Oh! Darling, que hace no sé cuántos años escuché por primera vez en un compilado que mi papá dejó abandonado en la sala de la casa y desde entonces se volvieron básicas de mi playlist cotidiano; me quedo también con Maxwell’s silver hammer y Octopus’s garden, un par de rolitas juguetonas que, sin falta, me dibujan la sonrisa cada que las escucho. Con la enérgica melancolía que me producen las notas de I want you (she`s so heavy) o las de Because. Con la alegría y el optimismo de Here comes the sun.
Me quedo, por supuesto, con mi rola favorita del disco.
De una belleza sublime, poco importa que Frank Sinatra haya dicho que era “su composición favorita de Lennon-McCartney”. Al buen George poco le interesó el asunto, seguramente; lo único relevante dentro de su cabeza al momento de construir semejante poesía debió ser el bello rostro de Pattie Boyd, aunque la muy malagradecida le diera esquinazo para irse con su compa Eric Clapton.
La fotografía tomada una tarde en la famosísima avenida londinense que engalana la cubierta del disco pasó también a la historia, tanto por los mitos alrededor de ella (al contener la más famosa y elaborada patraña entre toda esa basura acerca de si Paul está muerto) como por ser la portada más homenajeada e incluso parodiada de todas cuantas existen dentro del universo de la música; para muestra, un botón.
La obra construida a través de tantos años —desde la Beatlemanía hasta la Psicodelia y el Ocaso—, la suma de todos los factores, se resume perfectamente en unas pocas palabras contenidas (casi) al final de este disco, precedidas por el único drum solo de Ringo en toda su trayectoria como Beatle:
And in the end, the love you take is equal to the love you make.
¿Qué tal una lista de covers a cada una de las rolas que lo integran?
Disfruta el disco completito y, si te gustó este artículo…
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