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The Beatles (a. k. a. The White Album) [Discografía Beatle]
El 22 de noviembre de 1968 llegó a la luz pública lo que aparentaba ser el principio del fin a través de The Beatles, mejor conocido como The White Album.
Fue concebido principalmente durante la estancia que tuvieron los Fab Four en India, estando en el campamento de meditación trascendental de Maharishi Mahesh Yogi, donde coincidieron con otras celebridades musicales pachecas del momento como Donovan o Mike Love, de The Beach Boys. Sin más instrumentos occidentales a la mano que la guitarra acústica, los cuatro encontraron un amplio espectro de creatividad que llevó a este disco a convertirse en una de las más grandes obras del cuarteto.
Cuatro discos en uno
Sin embargo, no todo es tan maravilloso como suena. Sí, The Beatles explotaron su talento de una manera impresionante para realizar esta placa; pero no lo hicieron como conjunto, sino como individualidades. Cada uno plasmó su muy personal sello en sus rolas, utilizando a los demás integrantes del equipo como simples músicos de acompañamiento. Así las cosas, se nota el gusto de Paul por la música de salón de los cincuentas en Honey Pie; la onda juguetona de Ringo se hace presente en Don’t pass me by; George trajo a colación nuevamente las influencias hinduístas que había estado recibiendo desde hacía tiempo a través de Long, long, long; y John…John es más difícil de explicar.
Lennon se convirtió en una dualidad desde que Yoko Ono llegó a su vida. Su genio creativo se vio influenciado por la presencia de la japonesa, quien paulatinamente se fue adueñando de un lugar a su lado en el estudio (a pesar de que los cuatro tenían un acuerdo de no llevar a sus parejas al mismo), lo cual generó fricciones cada vez más notorias dentro del grupo, llevando a episodios tan lamentables como la momentánea salida de Ringo o el conato de bronca protagonizado por John y George.
Yoko tuvo mucho que ver en la creación de Revolution 9, un collage que me cuesta trabajo definir (la primera vez que lo escuché sentí un escalofrío y como a la quinta reproducción consecutiva tenía ganas de golpear a alguien, pero sigo escuchándolo y disfrutándolo). También trajo a flote la conciencia social de John, que quedó plasmada en rolas como Revolution 1 y The continuing story of Bungalow Bill, así que eso me deja con opinión dividida respecto a ella (que al final, como se hace con las novias de los cuates, creo que es mejor no meterse en esos terrenos; John deja bien claro esto en Everybody’s got something to hide except me and my monkey).
Regresando a los genios creativos (individuales), The Beatles es una colección impresionante de ritmos y líricas. La inicial Back in the U.S.S.R. hace homenaje al surf de The Beach Boys, del mismo modo que Ob-la-di, ob-la-da suena como un divertido ska, o que Helter skelter resulta ser la madre del metal (problem, Black Sabbath?). ¿Quién diría que tremenda rola pudiera ser de la autoría del “fresa” de Paul? Tiene un ritmo increíblemente dinámico, es perfecta para escuchar un lunes llegando a la oficina o en el momento en que más potencia necesites. Claro que no todo podía ser perfecto: esta rola tiene su lado oscuro, ya que sirvió como inspiración a Charles Manson y a su bandita para hacer las marranadas por todos conocidas bajo el argumento de que Helter skelter era, en realidad, la trompeta inicial de una guerra civil. Vaya imbécil.
Las rolas con dedicatoria no se podían hacer esperar en este desfile de joyas. Dear Prudence es para la hermana de Mia Farrow, quien tuvo complicaciones con la meditación y terminó por encerrarse en una cabaña; la canción es una invitación de John a salir de ahí y disfrutar lo que estaba viviendo. A su vez, Sexy Sadie es el reproche del mismo John hacia el Maharishi, al enterarse de que éste intentó meterle mano (y algo más) a Mia Farrow, demostrando que tenía más de viejo verde que de santo y perdiendo toda credibilidad a ojos del Beatle.
Julia es una pieza sencillamente magistral, dedicada a la memoria de la madre de John, atropellada por un policía ebrio cuando aquel era apenas un mozalbete; la dulce tristeza de sus acordes ha conmovido corazones a diestra y siniestra durante muchísimos años, incluido el de Kurt Cobain, quien, a decir de Butch Vig, gustaba de tocarla para relajarse entre grabaciones. Glass Onion es un poco más general, dirigida a todos aquellos que gustaban de buscar significados ocultos en las composiciones de The Beatles; Piggies, compuesta por George, lleva dentro de su envoltura infantil una rabiosa crítica (vigente entonces y ahora más que nunca) dirigida a quienes ostentan el poder.
Los invitados
La colaboración de personajes ajenos al cuarteto no fue algo nuevo en este disco, aunque sí muy notorio. Entre lo más destacado puedo mencionar a Yoko y a Pattie Boyd haciendo coros en Birthday y, por supuesto, a Eric Clapton haciendo maravillas con sus dedos en While my guitar gently weeps, a invitación del propio Harrison. Bob Dylan hace presencia (si no instrumental, sí nominalmente) en Yer blues, mi rola del disco. Escucha y saca las galletas saladas para rajarte las venas:
Esta canción es una bestialidad, una completa salvajada si se escucha en momentos en que el ánimo anda por los suelos. Recuerdo que cierta vez sufrí una decepción amorosa y, montado en el metro camino a casa después del penoso episodio, con el White Album en mi discman (¡Imagínate cuántos años hace de eso!) vino Yer blues a terminar de aniquilarme y sacarme una sonrisa de desconsuelo. Fue simplemente brutal. ¿Cuántos recuerdos, desagradables y bonitos a la vez, puede encerrar una sola producción?
The Beatles tuvieron razón al contradecir a George Martin, quien originalmente quería que se compactara y editara todo en un solo vinilo. ¿Dónde hubieran quedado entonces Martha, el pájaro negro, las trufas y el mapache Rocky? ¿Qué hubiera sido de entrañables cortes como Happiness is a warm gun, I’m so tired, I will, Mother Nature’s son o Cry baby cry? Incluso piezas que parecieran de relleno —a primer vistazo— pero tienen personalidad y encanto propios como Wild honey pie o Why don’t we do it in the road pudieron ser descartadas, lo cual, afortunadamente, nunca sucedió. Llámalo necedad pero gracias a eso los cuatro genios liverpoolianos nos obsequiaron una bella manera de despedir el día a través de Good night.
Dale play aquí, ponte cómodo y disfruta tanto como yo cada uno de los componentes de este monstruo blanco.
Y, por supuesto, la ya tradicional playlist con covers de cada una de las rolas que lo integran:
¿Me invitas un cafecito?