Alhóndiga de Granaditas: La caída del “Granero del Bajío”
Alhóndiga de Granaditas: La caída del “Granero del Bajío”

Alhóndiga de Granaditas: La caída del “Granero del Bajío”

Uno de los lugares más importantes a visitar en la ciudad de Guanajuato es la Alhóndiga de Granaditas, una imponente edificación de estilo neoclásico que, a la postre, se convertiría en punto clave durante la guerra independentista de México.

Su nombre, que viene de la voz árabe “alfondaq” —almacén o bodega—, indica el propósito con que fue construida originalmente entre 1797 y 1809: almacenar el grano de prácticamente todo el Bajío para mantener el control del comercio en la zona, con lo que se convirtió en la obra más importante del gobierno del intendente Juan Antonio de Riaño y Bárcena. Además, fue el emblema del gobierno impulsado por los Borbones en el Bajío y, en general, en toda la Nueva España.

Alhóndiga de Granaditas 01

Eso explica por qué pasó lo que pasó el 28 de septiembre de 1810; después de tres siglos de dominación española fue atacada por el Ejército Insurgente bajo el mando de Miguel Hidalgo; de forma intempestiva, la Alhóndiga de Granaditas se convirtió de almacén de granos en fortaleza, donde tuvo que refugiarse toda la crema y nata española de la ciudad. Confiaban en tener abasto suficiente de agua y comida para todos durante un buen rato mientras lograban repeler los ataques de las tropas insurgentes mientras llegaban refuerzos del Ejército Realista desde la capital de la Nueva España.

La batalla duraría un buen rato, aunque don Riaño no lograría ver el desenlace (supongo que eso fue mejor), pues murió a las puertas de la misma Alhóndiga tratando de defenderla junto a sus compatriotas, de un certero balazo en el ojo.

Juan Antonio de Riaño y Bárcena

Además, los españoles no contaban con la sagacidad de cierto personaje del que ya te platiqué un poco aquí: de la nada surgió un joven minero apodado “El Pípila”, quien —cuenta la leyenda— se cargó una loza en la espalda para protegerse de las balas y lograr acercarse al edificio; al llegar, untó aceite en la puerta y le prendió fuego, permitiendo el acceso de los insurgentes al lugar y a la senda de la victoria. Sin embargo, todo tiene un principio y un final: después de ser capturados y fusilados en Chihuahua, Hidalgo, Allende, Aldama y Jiménez terminarían (o bueno, parte de ellos) justo donde comenzó la aventura independentista y, con ella, la historia de México como nación.

En las esquinas de la Alhóndiga de Granaditas se conservan los ganchos originales donde fueron colgadas las cabezas de los cuatro baluartes, como un escarmiento de la Corona Española hacia todos los insurrectos. Estuvieron exhibidas ahí durante 10 años para dar paso, con los siglos, a una placa conmemorativa que sustituiría a cada cabeza. Loa impactos de bala, piedra, azadones y todo lo que tuvieron a la mano los hastiados mexicanos permanecen en el lugar como silenciosos testigos de la batalla, gracias a que el Instituto Nacional de Antropología e Historia decidió conservarlos.

Alhóndiga de Granaditas 02

Lamentablemente, este histórico inmueble no siempre contó con la protección de una institución cultural. Desde 1864 y hasta antes de ser rescatado en 1949, fungió como cárcel y después como penitenciaría del estado. Por decreto de Maximiliano de Habsburgo, entre sus muros vieron interrumpida su libertad todos aquellos que cayeron en manos de la justicia, contando lenta y angustiosamente los días mientras llegaba el añorado momento de su liberación. Algunos los verían, otros no, pero el recuerdo de su angustia atravesó los barrotes del tiempo y nos deja ver un poco de lo que vivieron.

Alhóndiga de Granaditas 03


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