El valor del tiempo
El valor del tiempo

El valor del tiempo

Cierto día compré un reloj para combinarlo con el outfit que usaría en algún evento importante y lo presumí con la familia. Mi papá hizo el comentario de que él tenía un reloj que se vería aún mejor con mi ropa y que no me lo había dado porque tenía años sin verme usar uno; creo que el último que tuve fue un Swatch negro muy bonito de los años en que estudiaba la prepa, el cual dejé en un cajón cuando la correa se rompió por el uso normal y que, según yo, iba a reparar en corto para volver a utilizarlo. Luego llegó la era de los smartphones y se quedó arrumbado en el olvido.

Le dije a mi papá que, efectivamente, yo no uso reloj y que sólo lo compré para completar el look. Cambiamos luego de tema y se fue por un par de minutos, para regresar con esto en la mano:

Tiempo

Me lo tendió al tiempo que decía: «Mira, es bonito y elegante, creo que se te vería bien con saco y camisa». Lo tomé y observé por unos minutos, pensando «Sí, de hecho es muy bonito» para después devolvérselo; dijo que me lo regalaba, y mi primera reacción fue no aceptarlo.

—¿Cómo crees? —le dije mientras se lo devolvía—, es tuyo, tú tienes que lucirlo.

—¿No lo quieres? —respondió.

—Es que es tuyo, papá; creo que se te verá genial a ti.

—Bueno, tengo este, y unas plumas que quiero darle a Gustavo (mi cuñado)…

Ahí fue cuando entendí que la estaba cagando durísimo.

Me sentí feliz de que quisiera darle a Tavo un regalo; es el esposo de su hija, un buen hombre, paciente, dedicado y amoroso que, además, es un padre excepcional para mi sobrina. Me gusta mucho que mi papá no sólo lo acepte, sino que lo considere al grado de querer darle algo suyo a él también. Por eso me tragué mi sonrojo y timidez al acercarme de nuevo a él y decirle:

—Oye, ¿de verdad quieres que lo use?

—Sí -respondió—, se te verá muy bien.

—Gracias —le dije, tomando el reloj. Me quedé un par de minutos por ahí y luego subí a mi estudio para ponerlo junto con el que yo había comprado.

La emoción me hacía un nudo en la garganta y, de no haber sido porque distraje a mi mente hacia otros temas menos emotivos, me hubiera soltado llorando como Magdalena.

El reloj de papá se convirtió en uno de mis tesoros más importantes; lo guardo con mucho cariño, no quiero ni sacarlo a la calle para que nada le pase porque quiero tener para siempre conmigo algo que perteneció a mi papá y que él me regaló en vida.


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